miércoles, 30 de mayo de 2012

La historia de Sol-edad.

Me llamo Soledad, y mi afición es mirar el sol, sí, has leído bien, esa es mi afición. Me encanta mirar el sol, porque él siempre me hace ver todo con claridad, es él el que me acompaña todos los días, el que se cuela por la ventana de mi cuarto y le da luz a la misma, le da luz a mi vida, por eso le aprecio tanto, porque sin él mi vida estaría demasiado oscura, todo sería de color negro y detesto ese color, porque es el color del miedo, el color que, cuando lo miro, hace que recuerde todos los malos momentos, el negro es el color de la soledad, es mi peor enemigo, es el que hace que tropiece cuando me intento levantar a mitad de la noche para ir al servicio, es el que no me deja ver, por eso no me gusta el negro, pero con el sol me puedo olvidar de ese color, aunque por las noches todo cambie, por las noches vuelve el negro y yo vuelvo a sentir miedo, a tropezarme, a sentirme sola, a recordar los malos momentos, a no poder ver nada de lo que me rodea y es ahí cuando me dirijo hacia la ventana de mi cuarto, intentando encontrar el sol por algún rincón, pero es imposible. Por las noches, estoy segura de que todo el mundo siente el mismo miedo que yo, porque sin el sol nada es lo mismo, sin el sol la vida parece una película de terror, por eso sentimos miedo de salir a la calle cuando es de noche, ya que sabemos que el cielo estará oscuro, parecerá una pesadilla sin final, todo lo veremos borroso y oscuro. Por las noches, duermo con la esperanza de despertarme por la mañana y ver el sol asomado a mi ventana, intentando entrar de nuevo a mi vida, sonriéndome, expresándome que no sienta miedo, porque él ya está aquí para protegerme, para hacerme ver todo con claridad.

Es el sol, mi mejor amigo, el que pensé que nunca me fallaría, pero estaba equivocada, porque, después de haber pasado mucho tiempo al lado de mi ventana, hoy me he despertado y no estaba ahí. No me lo podía creer e intenté encontrarlo por cualquier lugar. Me dirigí al balcón de mi casa, abrí la puerta que daba hacia la calle, miré por todas las ventanas posibles, abrí todos los armarios, los cajones, miré debajo de todas las mesas, detrás de los muebles, encendí la televisión, e incluso abrí el frigorífico y la puerta del horno de la cocina, pero nada tuvo mérito, el sol me había fallado y lo tenía que reconocer. Parecía increíble, pero era la realidad. Hasta mi mejor amigo, el amigo con el que contaba para todo, el que pensé que estaría a mi lado siempre, el que le daba luz y sentido a mi vida, me había abandonado, entonces todo se volvió oscuro, me sentía asustada y sola, escuchaba ruidos imposibles de describir, mi cuerpo temblaba esperando lo peor. Y de repente, sonó el teléfono; no sabía que hacer, mis pies temblaban demasiado y apenas me dejaban caminar, mis ojos no veían nada, todo estaba negro. Después de haber tropezado varias veces, logré llegar hasta el teléfono, entonces alcé mi mano, lo descolgué y me lo llevé al oído. No me hablaba nadie, solamente se escuchaba un sonido desagradable, parecía el sonido de la lluvia. Comencé a llorar, mis lágrimas mojaban mi cara como las gotas de lluvia mojaban mi vida en ese mismo instante, mis ojos comenzaron a verlo todo borroso como estaba mi vida ahora mismo, me sentía sola, porque así es como me había dejado el sol, sola y, también, decepcionada. Pensé que, alomejor, debía salir a la calle para animarme un poco e intentar olvidarme de todo lo que estaba ocurriendo, así que cogí un abrigo y abrí la puerta de la calle para salir de casa, pero, de repente, comenzó a llover.

Me derrumbé por completo, porque una vez más, tuve que escuchar el ruido de la lluvia. Me detuve en la entrada de mi casa y las gotas de lluvia llegaron a mojarme, pero no tenía fuerzas para entrar en casa, así que decidí vivir bajo la lluvia, sin paraguas, sin sol, con el cielo de color negro, con el miedo que sentía al verlo todo oscuro y, sobretodo, con la soledad.

A pesar de todo, nunca me dí por vencida. Luché por seguir adelante y sabía que tenía que hacerlo sin mi mejor amigo, sin el sol. Me sentía decepcionada, pero ese no era motivo para darlo todo pro perdido. Había perdido un gran amigo, pero la vida tenía que continuar, así que logré hacerlo sin el sol y aprendí que no me puedo fiar de nadie, porque en los momentos menos esperados me puedo quedar sola. Aprendí que no existe nadie capaz de estar a mi lado siempre, dándole luz a mi vida todos los días y haciendo que no sienta miedo. Nadie estará a mi lado para siempre, ni siquiera mi mejor amigo. También aprendí que siempre llegará el momento en el que la soledad sea mi única compañía, por eso he decidido que será ella mi mejor amiga, porque es la soledad lo único que voy a tener cuando no tenga a nadie a mi lado, será ella en la que me apoyaré cuando todos mis mejores amigos se hayan ido. Sé que será la soledad la que estará a mi lado en los peores momentos y sé que me hará sentir sola, pero, alomejor, estar sola es lo mejor. Y es que, nada es para siempre; las amistades, tampoco.


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