jueves, 30 de agosto de 2012

Quiero escaparme de este eterno anochecer.

Ha llegado otra noche, ha pasado otro día. El brillo de la Luna me ha dicho que aún no estás aquí y yo sigo aquí, esperándote. Las estrellas no se cansan de brillar, aunque mi vida continua oscura.

La noche transcurre y yo sigo intentando aclarar mi alma. Mi corazón contradice todo lo que mi mente piensa, mi pecho siente un vacío difícil de llenar. Los soplidos del viento se cuelan por los mechones de mi pelo, igual que las lágrimas se han colado por mis ojos.

Pensamiento tras pensamiento, dejo la noche pasar. Suspiro sin descanso, expulsando el aire que me sobra por alguien que me falta. Mi mirada se pierde, se dirige hacia ningún lugar; intenta encontrar un destino al que llegar.

No sé a dónde voy, ni siquiera sé dónde me encuentro. Estoy dentro de otro mundo, fuera de este tan absurdo sobre el que pisan mis pies. El mundo es un escenario, la vida es una actuación y yo, en este mismo instante estoy situada detrás del telón. El telón, el lugar en el que me invaden los pensamientos y los recuerdos vividos en las actuaciones pasadas; en el que se me echan encima los errores que he cometido a la hora de actuar.

No amanece y la Luna no quiere darle paso al Sol. La noche parece eterna. Yo sigo aquí, detrás del telón; intentando averiguar la mejor forma de actuar. La realidad me confunde con el teatro, pues la vida aparenta ser una simple actuación improvisada.

En esta noche, echo de menos a personas que un día eché de más. Es en este mismo instante, en el que siento que no he sabido aprovechar el tiempo. La oscuridad de la noche me dice que volverás y entonces será ahí cuándo comience a amanecer. Sé que si no vuelves, no volveré a ver el Sol; no podré contemplar el azul del cielo; no podré ver el brillo de la Luna.

No estoy desvelada, sino que no quiero dormir. No quiero cerrar los ojos e imaginar que todo es perfecto, porque luego, al abrirlos, me daré cuenta de que todo se ha quedado en eso, en una imaginación, en un maldito sueño.

Detesto la noche, porque con su oscuridad me hace sentir que jamás podré hacer realidad mis sueños. Mis metas están marcadas, pero por la noche, cuando fundo mi cabeza sobre la almohada, siento que nunca podré alcanzarlas. Mi corazón detesta enamorarse, pero cuándo llega la noche se duerme pensando en una única persona y se despierta pensando en esa misma, entonces se da cuenta de que sí está enamorado, aunque duele.

Me paso las noches en vela, rompiéndome la cabeza. Me detengo unos minutos a observar la calle desde la ventana de mi dormitorio. Alcanzo a ver las estrellas, la Luna y el cielo oscuro de esta noche tan pesada. El cielo, eso es lo que encuentro en tu mirada. Cuándo te miro a los ojos veo un mundo totalmente distinto; un mundo en el que siempre es de día; en el que no existe la noche; en el que el cielo siempre luce un bonito vestido azul.

Ahora lo entiendo todo. Ahora sé por qué no amanece, por qué sigue todo tan oscuro y por qué el cielo está tan negro. Me hace falta tu mirada, para poder ver el cielo azul. Necesito tus ojos, para salir de este eterno anochecer. ¿Cuándo te volveré a ver?

lunes, 27 de agosto de 2012

¿Para qué gritar estando tan cerca?


Gritamos porque estamos enfadados y cuando eso ocurre perdemos la calma, pero, ¿Por qué aunque estemos cerca gritamos cuando estamos enfadados? Porque cuando dos personas están enfadadas, sus corazones se alejan mucho. Para descubrir esa distancia deben gritar, para poder escucharse. Mientras más enfadados estén más fuerte tendrán que gritar para escucharse uno a otro a través de esa gran distancia.
Y...¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Ellos no se gritan, sino hablan suavemente, ¿Por qué? Porque sus corazones están muy cerca, entonces la distancia entre ellos es muy pequeña.
Cuando se enamoran más aún, ¿Qué sucede? No hablan, sólo susurran y están aún más cerca que antes. Con el paso del tiempo no necesitan ni siquiera susurrar, porque con una simple mirada se lo dicen todo.
Cuando discutan no dejen que sus corazones se alejen, no digan palabras que los distancien más, llegará un día en que la distancia sea tanta que no encontrarán más el camino de regreso.

sábado, 25 de agosto de 2012

Nada es fácil, pero tampoco imposible.

En ocasiones, no sabemos decir todo lo que sentimos. Escondemos nuestros propios sentimientos, lloramos y sentimos desesperación, pero también sentimos miedo de lo que pueda ocurrir si dejamos salir nuestros sentimientos más profundos.

Vivimos cada día imaginando cómo sería nuestra vida al lado de esa persona con la que soñamos cada noche, pero siempre escondemos lo que sentimos cuando tenemos a esa persona cerca.

Dejamos que el tiempo transcurra y no somos capaces de reaccionar, hasta que el tiempo se acaba y es este quién consigue alejarnos de esa persona tan querida por nuestro corazón. Entonces, es ahí cuando llega el dolor, cuando nos arrepentimos de no haber expresado a tiempo todo lo que sentíamos.

Los días pasan envueltos en recuerdos, empapados en lágrimas de añoro. Nos sentimos idiotas al saber que hemos dejado marchar a la persona más especial de nuestra vida, aquella por la que sonreíamos sin querer, por la que se aceleraba nuestro corazón cuándo la teníamos a centímetros de nuestro cuerpo.

No sabemos qué hacer cuándo vemos que todo ha acabado y la distancia ha producido una herida, un hueco vacío en nuestro corazón. Los pensamientos se clavan en nuestra mente como puñales recién afilados.

Nos levantamos cada día con la esperanza de que regrese la persona que hemos dejado escapar, pero todo se queda siempre en eso; en una mísera esperanza que no sé por qué nunca perdemos.

El mundo se nos echa encima y no tenemos a esa persona que nos ayudaba a levantar. Parece que todo ha acabado, pero sabemos que debemos de continuar. Sonreímos sin motivos intentando animar nuestro corazón, aunque estamos seguros de que el desánimo siempre nos acabará derrumbando.

Las personas somos ignorantes. Amamos y la mayoría de las veces no demostramos ese amor. Sentimos miedo del maldito "qué dirán". La cobardía nos hace perder oportunidades. Vivimos dentro de un sueño por el que no luchamos para que se haga realidad. Creemos en el amor, pero no queremos enamorarnos. Decimos que en el amor no importa nada y luego, criticamos a las parejas que se llevan más de diez años de edad, o a aquellas que son de distinta raza. Nunca hemos sido capaces de reaccionar y darnos cuenta de que no merece la pena sufrir por amor. El mundo no se acaba si no tenemos a la persona que amamos a nuestro lado. La vida sigue y tenemos que vivirla con o sin esa persona. El tiempo nos regalará a la persona adecuada y si no es así, es porque no la necesitamos para ser feliz. Es cierto que siempre lloramos por este maldito sentimiento, aunque sabemos que no deberíamos hacerlo. Nadie merece nuestras lágrimas y quien las merezca nunca nos hará llorar, así que levantemos la cabeza. ¿No decimos siempre que la vida son dos días? ¿Por qué desaprovechamos el tiempo en lágrimas de desamor, si sabemos que el tiempo nos hará olvidarnos de esa persona a la que tanto amamos hoy, pero quizás detestemos mañana? Nunca es fácil olvidar a alguien que ha formado una gran parte de nuestra vida, a alguien que ha estado siempre a nuestro lado. Esta vida no es fácil, pero tampoco imposible. Nada es imposible si sabemos cómo actuar. Siempre habrá una persona que olvidar, una sonrisa que expresar, una lágrima que esconder, un secreto que guardar, una razón para llorar, un corazón que arreglar y una lucha sin final. Si vivimos siempre pensando en una misma persona que queremos olvidar, ¿cómo diablos vamos a conseguir sacarla de nuestra mente, si no paramos de recordarla? Sólo tenemos que poner un poco de entusiasmo, fuerza y un par de sonrisas; eso será suficiente para arrancarnos a esa persona.

El amor no es difícil, lo que pasa es que lo complicamos nosotros con nuestras inseguridades. Por una vez, seamos capaces de actuar confiando en nosotros mismos, sin dejarnos llevar por lo que digan los demás. Nadie debe de decidir por nosotros. Si amamos, demostremos ese amor sin miedo a lo que pueda ocurrir. Ni el vértigo, ni el miedo pueden destruir nuestros sueños y mucho menos nuestros sentimientos. Entremos en razón y seamos capaces de enamorarnos del corazón, olvidando el físico, el sexo, la raza y/o la edad de alguien. El amor es un sentimiento precioso y no doloroso como creemos nosotros. Nada duele si sabemos cómo cicatrizar bien las heridas. Siempre nos rompen el corazón, ¿por qué seguimos amando con cada uno de sus pedazos? Se puede vivir sin amor, pero estamos entusiasmados en convivir con él y, ¿para qué? ¿para llorar cuándo todo llegue a su final? ¿para sufrir cuándo se vuelva a ir este sentimiento?

Por mucho que lo evitemos y no lo queramos aceptar, siempre acabamos enamorándonos de alguien. A veces, de la persona menos indicada, sin embargo muchas veces acabamos enamorándonos de la persona perfecta para el resto de nuestra vida. Todo depende de la suerte que nos ofrezca el tiempo. Siempre nos cuesta demostrar lo que sentimos. Tal vez, por vergüenza. Alomejor, por miedo. Pero, aquí, el que no arriesga no gana. El mundo es un riesgo, ¡arriésgate y tendrás más posibilidades para ganar! Expresemos lo que sentimos dentro, ya que así podremos sentirnos mejor, tendremos esa sensación de libertad y nuestra sonrisa se expresará de una manera más sincera.

Y recuerda: No es fácil, pero tampoco imposible.


La vida es de colores, así que nunca la mires en blanco y negro. ¡Y sonríe!






lunes, 20 de agosto de 2012

La absurda realidad.

¿A veces, no te has sentido solo aunque sepas que tienes a mucha gente alrededor? Pues así es como me siento yo día tras día y sé que tengo mucha familia, muchos amigos que me dicen "siempre estaré aquí", pero luego nunca están, y eso duele.

No tener a nadie en quién poder confiar, a quién poder contarle mis problemas, a quién pedirle un abrazo cada vez que lo necesito, en quién poder apoyarme cuando quiero llorar; no tener a nadi, duele.

Tener que levantarme cada día sabiendo que estaré sola de nuevo, estaré una vez más encerrada en recuerdos, llorando a solas, mientras una sonrisa se refleja en mi cara cuando hay alguien cerca; vivir así cada día, duele.

Ver que el tiempo pasa y sigo sin tener ganas de vivir, sin motivación para luchar, sin fuerza para seguir adelante, sin apoyo, sola; ver todos los días la misma mierda, duele.

Saber que la única persona que se acercaba a mí cuando me veía llorar y me sacaba una sonrisa en todos los momentos puede que no regrese a mi lado, duele.

Vivir con una sonrisa por fuera, mientras por dentro me inundan las lágrimas, duele. Tener sólo una mísera hoja en blanco para poder desahogarme, duele.

Tener miedo a caer, porque sé que nadie me ayudará a levantar, me duele mucho. Estoy llena de heridas. Me siento encerrada en una burbuja que va subiendo lentamente y, a medida que sufro, va creciendo y presionándome más. Y yo sigo con la esperanza de poder explotarla, salir de ella y, antes de caer al suelo, caiga sobre alguien que ha extendido sus brazos para salvarme. Entonces será ahí cuándo estaré segura de que le importo a alguien en este insensato mundo.


En una alfombra de sueños y voy volando dormida.


Quiero estar sola, si sola todo estará bien.


martes, 14 de agosto de 2012

Extrañándote a cada segundo.

Aún recuerdo ese primer día, cuándo te vi entrar por las puertas de mi vida, cuándo me quedé clavada en tu mirada. Aquel primer día en el que presentí un cariño especial hacia ti.

A medida que los días pasaban y las horas transcurrían sin descanso, yo seguía sin darme cuenta de la persona que tenía a mi lado, del gran amigo que había estado conmigo desde el primer momento, el que me ayudaba en todo, el que me enseñaba a aprender. Yo seguía encerrada en mi mundo de ignorancia, sin saber apreciar lo que tenía a mi lado.

Sabía que tus ojos me encantaban, también adoraba tu sonrisa y tu manera de hacer sonreír. No le quise dar importancia a todo lo que comenzaba a sentir hacia ti. Pensé que sólo era aprecio, el aprecio que le tengo a todos mis amigos; pero cuándo me paré a pensar, quise ver la situación en la que me encontraba. Era increíble. Estaba enamorada, pero no lo quise aceptar. No quise darme cuenta de lo que en realidad sentía, porque sabía que todo era una locura; sabía que sólo iba a sentir dolor. Me había dejado llevar demasiado por mi corazón y cada día me convencía más de que no podía vivir sin ti. Cuándo te veía, se paraba el mundo y en él nos deteníamos tú y yo; contando las estrellas, perdiendo la cabeza, jugando con sonrisas, intercambiando las miradas, fuera del tiempo, bailando bajo la luz de la luna, mientras mis labios acariciaban los tuyos, mientras el viento se llevaba las barreras que nos separaban.

Luego, la distancia quiso separarnos, pero el destino jugó de nuestro lado y me pudo construir un nuevo comienzo a tu lado, aunque seguía distanciada de ti. Me comportaba como una imbécil. Te amaba, te odiaba, te necesitaba, no quería verte, te extrañaba. Tenía la cabeza echa un lío y mi corazón no sabía si rogarte que te quedaras, o dejarte marchar. Mientras lloraba desesperada con la almohada, intentaba encontrar una solución que me ayudase a olvidarme de ti; una solución que aún ando buscando.

El reloj andaba, los pájaros cantaban, el sol brillaba, el viento soplaba y mi corazón lloraba, mientras te llamaba a gritos desesperados. No podía sacarte de mi mente. Quise llorar, pero recordé tus palabras; palabras que nunca olvidaré. ¿Recuerdas cuándo me dijiste que no te gustaba verme llorar? Pues esa es la frase que recuerdo cada vez que una lágrima lucha por patinar sobre mi cara.

Sabía perfectamente que la distancia estaba a punto de separarme de ti una vez más, pero no quise reaccionar y dejé que el tiempo decidiera por mí. Y de nuevo, llegó ese último día a tu lado; ese día en el que ansiaba abrazarte y no irme de tus brazos hasta el último segundo a tu lado; en el que necesitaba decirte todo lo que llevaba dentro, pero nunca fui capaz de hablar. Ese último día transcurrió como todos los que había vivido contigo. Ni siquiera te imaginas las ganas tan inmensas que tenía de llorar y lanzarme a tus brazos, rogándote que te quedaras, susurrándote al oído que te necesito. No puedo vivir sin ti, ¿sabes?

Sonó la campana del tiempo. Había llegado la hora de abrir las puertas de mi vida y verte salir por ellas. Sí, el tiempo encontró las llaves de las puertas de mi vida e hizo que salieras por ellas, pero nunca encontrará las llaves de mi corazón y si las encuentra, yo cambiaré de cerradura. Nunca saldrás de mi corazón, nunca.

Sé que guardé palabras que debí decirte, pero tenía miedo de actuar. Cada día soñaba con tenerte y sé que te tenía, pero no de la manera que yo quería. Me robabas sonrisas, me secabas las lágrimas, te acercabas a mí cuándo me veías mal, me defendías, me ayudabas, me enseñabas, me mirabas, me enamorabas, me desvelabas. Eres uno de los grandes, nunca lo olvides♥.

Gracias por haber aparecido en mi vida y, aunque el tiempo quiso separarnos, nunca olvidaré los grandes momentos que viví a tu lado. Personas tan importantes como tú, son imposibles de olvidar. Me paso los días recordándote. Mi mirada se pierde entre recuerdos a tu lado; entre sonrisas compartidas. Te permito que me olvides, sé que no tardarás en hacerlo e incluso cabe la mísera posibilidad de que ya no me recuerdes, pero no importa, porque los recuerdos siempre volarán bien alto y podrán aparecer en el momento menos esperado. Si la distancia se ha intervenido, será por algún motivo. Pero nunca existirán motivos suficientes para convencerme de que no volverás a entrar en mi vida. Sé que volverás a tocar en mis puertas y el mismo reloj que un día nos separó, nos volverá a reencontrar.







domingo, 12 de agosto de 2012

Un nuevo amanecer.

Y de repente, me encuentro con el silencio de una noche de sábado muy calurosa y estrellada. La tentación de escribir me ha surgido a la una y veintitrés de la madrugada, así que aquí estoy; tecleando sin control y luchando para que el sueño no se pose en mis pestañas.

La oscuridad me asusta, pero el valor puede conmigo y ha sido este quién me ha cogido en sus brazos para traerme hasta aquí y así poder escribir. No sé que demonios hago despierta a esta hora. La escritura me ha desvelado y no he podido evitar venir hasta esta hoja en blanco, aunque ni siquiera sé exactamente cómo voy a rellenarla.

Los sonidos raros de la oscuridad consiguen robarme concentración y también, acelerar los latidos de mi corazón. Reconozco que ahora mismo me siento igual de asustada que un niño inocente en una noche de reyes; no lo puedo definir con otras palabras.

Los soplidos del viento chocan ruidosamente contra mi ventana, por mis oídos se cuelan ladridos lánguidos de perros desvelados. Y las absurdas agujas del reloj, no paran de moverse; mientras escucho ese pegajoso tic-tac que provoca el paso de las horas, horas en las que debería de estar durmiendo, sin embargo estoy escribiendo sin rumbo alguno.

Pensaba que sólo era el amor aquel que conseguía desvelarme, pero esta noche no ha ocurrido así. Me ha desvelado la escritura, o tal vez mis reflexiones con la almohada. Cabe la misera posibilidad de que esté enamorada de la escritura, pues todo el día estoy pensando en ella y buscando ese momento en el que pueda refugiarme detrás de sus letras. La verdad es que, este sería el único amor que me podría hacer feliz eternamente, porque sólo cuándo escribo puedo sentirme en una felicidad total y absoluta.

Las horas pasan y ya son las dos y media de la madrugada. Mis amigos estarán todos de fiesta y seguramente, bebiendo alcohol para llegar a sentir ese orgullo de ignorantes de mentes retorcidas, mientras yo sigo aquí bailando con las letras; divirtiéndome con el silencio; riendo con mis pensamientos; sin la necesidad de quedarme sorda con una descabellada y escandalosa música asesina; y sin aguantar pisotones de personas descontroladas.

Yo puedo ser feliz aquí; con mis letras, bebiéndome la noche, hablando con la luna, contando las estrellas, tragándome el reloj, escribiendo y perdiendo el control, sin echar en falta el alcohol.

Me fumo los recuerdos, me bebo a tragos el pasado. Cierro los ojos y me voy dejando caer sobre la luna, que poco a poco va dando paso al sol. Y entonces es ahí cuándo sé que me espera un nuevo amanecer. Buenas noches, mundo.

jueves, 9 de agosto de 2012

Un instante de amor.

Y ha sido en este mismo instante cuándo me ha apetecido venir hasta aquí, para intentar refugiar mis penas detrás de las palabras.

Hoy, tengo ganas de hablar sobre el amor. Nunca existirá una definición exacta acerca de esta palabra, porque es el único término imposible de describir con las palabras correctas. Cada persona tiene su manera de describir el amor. Todo depende de las experiencias vividas con este sentimiento. Algunas personas dicen que el amor es odioso; otras, en cambio, dicen que es adorable. He oído decir que el amor puede traer la felicidad, pero también he escuchado que puede robarla. Dicen que el amor forma un millón de sonrisas sin motivos, pero también hace derramar uno y medio de lágrimas. Unas personas son capaces de decir que el amor solamente hace sentir dolor y muchas otras son incapaces de decirlo; unas que están enamoradas del amor, otras que están enamoradas con amor y muchas otras fingen estar enamoradas. La mayoría dice que el amor es eterno, pero otra gran mayoría cree que no lo es.

En mi opinión, el amor no tiene ninguna manera de describirse. El amor se siente, no se describe. En ocasiones, se convierte en un infierno; otras, en un paraíso; y a veces, en un juego. Pero, por encima de todo, el amor es un sentimiento fácil de sentir, pero difícil de olvidar. Un sentimiento difícil cuándo se convierte en una mentira, pero muy lindo cuándo se siente de verdad. El amor no entiende de razas, ni de edades, ni de físico, tampoco del sexo de una persona; aquí, en el amor, lo único que importa es el corazón.


martes, 7 de agosto de 2012

Sé que te amo, pero déjame decirte que no quiero amarte de ninguna de las maneras posibles.







Una entre más de un millón será la correcta.

En esta tarde de martes tan aburrida, vientosa, silenciosa y larga, se me ha ocurrido venir hasta aquí; hasta esta hoja que he encontrado en blanco, para intentar ordenar mis ideas y pensar si el camino por el que avanzo día a día es el correcto.

Siempre he sabido lo que quiero hacer con mi vida, pero nunca he estado segura de que mis ideas sean las correctas. Quiero que mi vida esté cargada de buenos momentos, de grandes recuerdos, de logros que creía imposibles de ganar, pero sobretodo, de sueños echos realidad. Cada día juego a escribir mi vida y poco a poco construyo mi destino. No quiero soñar mi vida; necesito vivir mi sueño.

Guardo palabras que debería decir, pero siento miedo de que todo empeore y no tener ningún botón para retroceder al pasado. La vida no es como un ordenador, ella no tiene ninguna flechita para regresar atrás cuándo me equivoco, por eso prefiero callar y dejarlo todo como está. La vida se encargará de poner a cada uno en su lugar. Sólo estoy centrada en mi sueños y en mi futuro; ignoro los problemas que me rodean, salto las barreras que me intentan derrumbar y sonrío, aunque sienta frío. Duele estar temblando, mientras un escalofrío recorre todo mi cuerpo, sin tener a nadie a mi lado para que me abrace.

Mi vida no ha sido mala, pero podría haber sido mejor. No me arrepiento de lo que he vivido, ya que al fin y al cabo, ha sido mi vida, pero me gustaría retroceder en el tiempo y actuar de otra manera; de una manera más dura; de la manera en la que no me puedan llegar a tomar como una imbécil. He dejado miles de sueños atrás, porque no he sabido actuar. Soñaba con aquel castillo de princesas tan divertido y era lo único que pedía por mi cumpleaños, por navidad e incluso como premio por mis buenas acciones, pero nunca lo conseguí; siempre escuchaba "otro día lo tendrás, pero de momento no puede ser". ¿Acaso ser pequeña significa no poder darse cuenta de las cosas? Sí, sí era capaz de ver la situación en la que me encontraba y sabía que nunca iba a tener ese castillo, pero sonreía siempre que me decían que algún día lo tendría; sonreía intentando aparentar que me creía todo lo que me decían. Desde muy pequeña he sabido que, por mucho que llore, nunca se puede tener todo lo que uno desea. A pesar de haber luchado con esfuerzo para conseguir aquel castillo, nunca lo llegué a tener, pero sé que lo importante fue que nunca me dí por vencida, nunca me rendí y fui capaz de sonreír. 

Ahora, he crecido y ya no sueño con abrir un regalo y encontrar un juguete dentro de él. Mis sueños ya no están envueltos en papel esperando alguna ocasión especial para abrirlos y, por fin, alcanzarlos. Ya no tengo ni la más remota idea de dónde pueden esconderse mis sueños, pero espero que no estén lejos de mí; espero que la vida me deje atraparlos y me dé el suficiente tiempo para ello. Aún no estoy segura de cómo debo luchar, pero lo estoy intentando de varias maneras. Alguna de ellas será la correcta.