viernes, 25 de mayo de 2012

Si se apaga, se volverá a cargar.

La solución de mis problemas es tirarme al suelo, ponerme los cascos, encender la radio, poner mi canción preferida, llorar mientras la escucho y reír mientras la canto. Puedo pasarme la tarde entera escuchando música, no me importa no hacer nada, porque la música es la única que siempre logra encontrar la solución de mis problemas, la música hace que mi cabeza imagine que todo es perfecto, entonces es ahí cuando me siento feliz y cuando pienso que todo anda bien, pero, a veces, la radio se tiene que quedar sin batería y es ahí cuando me quedo sin saber que hacer, es en ese momento cuando vuelvo a la realidad  y me doy cuenta de que todo anda mal, no encuentro ninguna solución para mis problemas e intento cantar mi canción, pero no tengo música y tampoco me queda voz para que se llegue a escuchar mi sonido, entonces me derrumbo, no sé que hacer. No tengo música, pero sigo en el suelo, sigo sola en mi habitación, sin luz, veo todo oscuro, igual que mi vida en ese momento. Escucho el silencio y es él el que me hace daño, es el silencio el que siempre me lo grita todo, el que me hace recordar los malos momentos y el que no me deja dormir, porque también hace que mi mente no se calle. Mi mente se pelea con el silencio, cada vez gritan más alto y yo no puedo aguantar tanto ruido, así que decido cerrar los ojos, apretar fuerte mis manos contra mi cabeza e intentar dormir, pero así tampoco lo consigo, porque mis manos notan unos latidos muy fuertes, unos latidos que no sé de donde salen, pero laten muy rápido. Parecen unos latidos muy nerviosos, unos latidos confusos y llenos de dolor. Sigo sin saber de donde salen esos malditos latidos, pero los sigo escuchando, sintiendo e intentando averiguar su origen y, cuando estaba a punto de rendirme, me dí cuenta de que esos latidos salían de mi corazón.

Parecía que mi corazón estaba pidiendo a gritos un poco de música, pero mi radio seguía sin batería, así que comencé a llorar y me abracé a la almohada que se encontraba asfixiada debajo de mi cabeza. Pasé horas encerrada, sola, a oscuras, sin música, peleándome con el silencio e intentando lograr que mi mente se quedara sin decir nada, pero no lo conseguí, así que pensé que, tal vez, quedarse tumbada en el suelo toda la tarde no tendría sentido, tal vez, debía levantarme sin necesidad de tener música en mis oídos. También pensé que, si no me levantaba, iba a ser imposible cargar la radio y eso significaba no poder volver a escuchar música, así que, débilmente, me levanté, me dirigí al cajón en el que guardo todos las cosas más importantes, lo abrí y al ver lo que había allí comencé a reírme, porque pude resolver todos mis problemas de golpe, me dí cuenta de que haberme quedado tumbada y haber perdido todo aquel tiempo, no había merecido la pena, porque lo único que tenía que hacer era levantarme, abrir aquel cajón y coger el cargador de la radio, para así poder volver a escuchar música.

La vida es como una radio, siempre emite los sonidos más bonitos, nuestras canciones preferidas, siempre nos hace vivir y recordar momentos preciosos, pero llega un momento en el que la batería está apunto de acabarse y la radio se apaga, entonces es ahí cuando llegan los problemas, cuando no sabemos que hacer, pero no debemos quedarnos tumbados en el suelo, no debemos rendirnos y darlo todo por perdido, lo único que tenemos que hacer es levantarnos, abrir el cajón en el que guardamos el cargador de la radio y hacer que esta recupere de nuevo su batería, de este modo podremos volver a ser felices, no desperdiciaremos más tiempo encerrados en nuestra habitación esperando a que los problemas los arrastre el viento como un trozo de papel. Lo veremos todo con claridad y si la radio se vuelve a apagar, nos levantaremos y la volveremos a cargar. Karina.

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