lunes, 25 de junio de 2012

Don't you remember.


Lo increíble es cierto.

No sé donde estarás ahora, ni siquiera sé dónde estoy yo. Me siento perdida, no me conozco, no sé quién soy y todo porque no te tengo aquí. Presiento que no volverás, pero sé que siempre estarás ahí cuando te necesite. Todo ha cambiado demasiado rápido y no puedo soportarlo, aún no me creo nada de lo que está sucediendo; aún no quiero aceptar que construirás tu futuro sin mí. Parece increíble como, de repente, la vida puede acabar con miles de recuerdos en tan sólo unos minutos. Sé que nada volverá a ser lo mismo, ya que la distancia hará que nuestra amistad disminuya; que nuestras conversaciones de días enteros se conviertan en conversaciones de cinco minutos. Serán los malditos kilómetros los que se adueñarán de lo que pasamos juntos, de las sonrisas que expresamos juntos, de las lágrimas que sólo tú me supiste secar. No, no puedo creérmelo, pero es la  realidad. Te has ido de mi vida y no sé si volverás, increíble.

Aún recuerdo el día en el que apareciste en mi vida, jamás lo olvidaré. Fue todo tan perfecto, tan bonito. Tú dijiste tu nombre, entonces yo sonreí; en ese momento sentí algo especial, sentí que mis labios pronunciaban tu nombre con una voz débil y con mucho cariño; un cariño especial, el típico cariño que no sé de dónde ha salido, ya que ni siquiera te conocía. Sólo sabía tu nombre y ya sabía que significarías mucho para mí. Increíble.

Con el paso del tiempo te fuiste convirtiendo en mi vida, en la persona que confiaba sin sentir miedo, en la única persona a la que yo le sonreía en todo momento, incluso cuando no encontraba motivos para sonreír. Te convertiste en la persona con la que hablaba todos los días; siempre buscaba una excusa para hablar contigo, porque me encantaba oír tu voz; parecía de colores; era una voz preciosa y cada palabra que me dedicabas, cada palabra que salía de tu boca, era increíble.

A medida que los días pasaban, me daba cuenta de que todo se me iba de las manos. Sabía que tenía que detenerme, pero quería seguir avanzando. No me cansaba de quererte; mi aprecio por ti aumentaba cada vez más y no quise frenar, aunque sabía que todo iba a acabar. Sabía que tenerte iba a ser pasajero, pero aún así quise quererte. Increíble.

El tiempo se acababa y yo todavía te esperaba. En realidad, no te esperaba a ti; esperaba algo más de ti, pero me di cuenta de que todo lo que me dabas era todo lo que me podías ofrecer, aunque sé que siempre quisiste darme más, pero tu mente decía que no, mientras tu corazón te decía que sí y te hacías un lío, hasta que quisiste hacerle caso a tu mente, ya que si le hacías caso a tu corazón provocarías un problema. Sabíamos que solamente éramos dos opuestos, pero soñábamos una misma historia; una historia que vivíamos juntos, con un mismo destino. Increíble.

Ahora todo se ha convertido en un recuerdo. Mis ojos están desesperados y se mueven hacia ninguna dirección; van buscando tu mirada, ya que sin ella no pueden ver el sol. Aún te sigo buscando, aún no me creo que te has ido de mi lado. Te necesito aquí, aquí conmigo. Sin ti todo anda mal. Todo es muy distinto sin ti; si tú no estás no sale el sol. Sí, esto es increíble, pero cierto.






lunes, 18 de junio de 2012

Le prendí fuego a la lluvia.

Y de repente, la lluvia va cayendo cada día más fuerte sobre el mundo, el sol desaparece a la misma vez que las nubes se van oscureciendo con el paso del tiempo. Intento esquivar las gotas de lluvia, pero no paran de caer y su fuerza va aumentando, mientras que la mía disminuye, entonces es ahí cuando me alcanzan, patinan sobre mi cara, luego se van deslizando por todo mi cuerpo. Estoy empapada, siento frió y no tengo a nadie a mi lado para que me abrace; estoy sola a mitad de la nada, peleando contra el viento, jugando con la lluvia, contando las estrellas y esperando de ellas una señal de luz, de que todo se resuelva y, por fin, se haga de día; espero de las estrellas un motivo para no perder la esperanza de que salga el sol en mi vida.

Las horas pasan, pero no amanece, tampoco escampa. Mi cuerpo tiembla de frío, pero mis dientes tiemblan de miedo; miedo de que nunca llegue la solución de esta tormenta, de que no salga el sol y me tenga que quedar para siempre a oscuras, con la ropa empapada, con mi cuerpo goteando cada una de las gotas que han caído sobre mí haciéndome sentir dolor.

Cierro los ojos con la esperanza de que todo se trate de un mal sueño, pero cuando los abro me doy cuenta que nada ha cambiado, todo sigue igual de frío y revuelto. La única luz que alcanzo a ver es la de los relámpagos, el único sonido que escucho es el que ejercen los truenos, lo único que siento son las gotas de lluvia patinando a su antojo por todo mi cuerpo. Es en ese momento cuando me pongo a llorar y mis lágrimas hacen que todo empeore, ya que cada vez son más las gotas que caen sobre mí.

Mi fuerza se agota y caigo al vacío. Mis piernas se han cansado de sujetarme. Al caer, me doy cuenta de que he caído dentro de un charco de agua que se encontraba formado a centímetros de mí, así que me derrumbo por completo, ya que me doy cuenta de que no para de caer agua sobre mi vida.

Estoy tumbada en el suelo y las gotas no paran de caer. Siento dolor, porque ellas parecen puñales que se clavan sobre mí en el momento menos esperado. Ya no sabía que hacer. La vida me había apuñalado por la espalda.

Quiero rendirme, darlo todo por perdido y dejar que la lluvia se apodere de mí hasta llegar a hundirme, pero sé que tengo que luchar. Tengo la esperanza de ver la luz, porque después de cada tormenta siempre vuelve a brillar el sol, pero mi espera se hace eterna, así que me enfadé con el mundo. 

No quiero saber nada de la vida, evito pensar en el mundo y sé que con ello no voy a solucionar nada, pero es la única opción que tengo, solamente tengo la opción de olvidarme de todo y dejar que las horas pasen, sin dejar que la lluvia me llegue a hundir.

Estoy desesperada. Necesito gritar, pero no tengo voz suficiente para que se escuche mi sonido; quiero levantarme, pero no me queda fuerza para lograrlo; quiero huir de esta tormenta, pero no encuentro la salida. Ni siquiera sé por dónde he entrado.

Siento frío, soledad, tristeza, miedo, impotencia, desesperación, dolor y rabia. Parezco una imbécil incapaz de luchar y levantarme, pero sé que si me levanto volveré a caer, ya que me resbalaré sobre el suelo mojado.

Lo que más sentía era rabia, entonces los puños de mis manos se cerraron con mucha fuerza; mis dientes se presionaron y en mis ojos se formó una luz. Una luz que parecía fuego procedente de la rabia que sentía en mi interior. Con la luz de mis ojos pude contemplar que todo mi alrededor estaba más reluciente, parecía que la tormenta se había calmado, pero aún caían gotas de lluvia, aunque ya habían disminuido bastante su tamaño. Con el fuego de mi mirada pude prender fuego a la lluvia, ¡increíble! Todo aquello parecía un sueño y cerré los ojos, pero al abrirlos me di cuenta de que era la realidad, así que sonreí y entonces, amaneció por completo; el sol me saludaba por el este y brillaba como las estrellas que se despedían de mí en aquel instante; las nubes alcanzaron de nuevo su color blanco reluciente; los rayos del sol evaporaron las gotas de lluvia; el cielo volvió a estar despejado y en él solamente se veían pájaros volando en plena libertad, en dirección hacia ninguna parte, jugando a volar lo más alto posible, incluso por encima de los problemas; haciéndole cosquillas a las nubes y escondiéndose detrás de ellas, tan libres como el viento, tan felices como yo en aquel momento tan feliz, victorioso y soleado.



La única solución para mis problemas es una sonrisa, ya que llorar nunca me ha servido de nada.




viernes, 15 de junio de 2012

Un sueño dentro de otro.

Me he parado a pensar en el mundo que me rodea y me he dado cuenta de que todos los días vivo dentro del tiempo, pendiente del reloj; vivo escuchando ese continuo "tic-tac" que me indica que los segundos avanzan, que la vida pasa y no se puede detener ni un instante. Vivo con el tiempo pegado al cuerpo; por las mañanas me despierto con prisa, con miedo a que se me haga tarde, corriendo por toda mi casa como si de unas olimpiadas se tratase y siempre se me hace tarde, porque se me olvida mirar el reloj, se me olvida girar la cabeza y observar las agujas que, mientras se mueven, construyen mi destino. Se me hace tarde y tengo que dejar mi casa del revés, con todo tirado; el pijama encima de mi cama deshecha, la loza del desayuno sin fregar en la cocina que permanece sin recoger y el despertador tirado en el suelo de mi desordenada habitación.

Salgo de mi casa y, al mismo tiempo que el viento choca contra mi cara, mis pulmones respiran el aliento del amanecer; mis ojos permanecen cerrados, intentando dejar mi mente en blanco; mi cuerpo se detiene en el tiempo y, de repente, recuerdo que se me hace tarde, así que comienzo a caminar a un paso ligero, pero, en un instante, me vuelvo a perder en el tiempo; escucho el sonido de los pájaros que me transmiten tranquilidad, los gritos dulces del viento, el sonido de las nubes al rozar con el sol que, poco a poco, va despertando, iluminándose y creciendo por el este. Parece que llego a tocar el cielo con la punta de los dedos y todo gracias a los sonidos de la naturaleza. "Naturaleza", ¿qué demonios quiere decir esa palabra? Tal vez, la naturaleza sea todo aquello que se encuentra en un lugar que me lleva a un mundo distinto; un mundo de otro color, en otra dimensión, en el que no se escucha el reloj; un mundo en el que no existen las prisas, en el que me despierto con el canto de los pájaros y no con el ruidoso pitido del despertador. 

Sí, existen miles de palabras maravillosas para describir a la naturaleza, pero no tenía tiempo de seguir pensando en el tema, ya que recordé que se me hacía tarde para llegar a ninguna parte. No sabía hacia dónde caminaba exactamente, no sabía la hora exacta a la que tenía que llegar, pero corría por el simple hecho de hacer lo mismo que todas las personas, es decir, vivir de prisa y perdiendo el tiempo mientras intento detener a este mismo.

No entendía nada y, por muchas vueltas que le daba a mi cabeza, no encontraba ningún motivo para vivir con el reloj en la mano, corriendo y sintiendo miedo por llegar tarde a un lugar que ni siquiera sé dónde está ubicado, ni siquiera sé la hora exacta a la que tengo que llegar; pero seguía corriendo, sin detenerme.

El tiempo seguía pasando y todo seguía igual, nada había cambiado; yo seguía corriendo y pendiente del reloj, pero nunca llegaba a un destino exacto y mi cuerpo se encontraba sin fuerza, mis piernas sentían un ligero cosquilleo, un intenso dolor, un cansancio mortal. Mi garganta estaba seca y a gritos pedía un poco de agua, así que decidí parar de correr y comprar una botella de agua. Mientras la bebía, escuché el canto de los pájaros, entonces volví a entrar en el mundo de la naturaleza, el mundo que más me gustaba. Me quedé perpleja, porque comencé a ver imágenes increíbles. Aquellas imágenes eran relojes, relojes que se rompían en trozos mientras sus agujas salían disparadas hacia el infinito; eran unos grandes relojes que se acercaban a mí, pero cuando se encontraban a unos centímetros de mi cuerpo desaparecían, se deshacían y se transformaban en pájaros que rodeaban mi cabeza y bailaban al ritmo de su canto. Todo parecía increíble, al fin mi sueño se había logrado; todo era naturaleza, tranquilidad; al fin nadie vivía pendiente del tiempo; en ninguna parte se escuchaba el sonido del reloj; por fin podía vivir a mi ritmo y no al del reloj.

Yo permanecía sentada en el borde de una acera, enfrente del supermercado en el que compré la botella de agua. Permanecía allí, pasmada; parecía que se había plantado un fantasma ante mí, pero había sucedido algo mucho mejor; había sucedido un sueño que estaba intentando alcanzar desde hacía mucho tiempo, un sueño por el que luchaba mientras corría y era el de hacer desaparecer el tiempo. Lo veía como un sueño inalcanzable, pero sucedió en el momento menos esperado. Todo lo que tenía que hacer para cumplir el sueño de detener el tiempo era detenerme yo en él, ¡es increíble, pero cierto!

Comencé a reírme, porque había perdido el tiempo intentando llegar a tiempo, luchando contra él, pero viviendo pendiente del mismo. Y en el momento en el que me quise rendir fue cuando todo se hizo realidad, en el momento en el que me detuve y me olvidé del tiempo fue cuando este se detuvo y desapareció.

En el mundo que había aparecido ante mí habían muchas casas en las cuales se escuchaban el sonido de la radio, el de la televisión, el de la risa, el de las conversaciones en familia; se escuchaban sonidos muy agradables, varios sonidos distintos, menos el del reloj.

Por las mañanas, las familias se despertaban con el toque del viento contra la ventana o con el canto de los pájaros desde sus nidos, pero nunca con el pitido del despertador. 

Allí, en mi mundo hecho realidad, nadie corría, nadie sentía miedo de llegar tarde, nadie hacía una carrera por toda su casa antes de salir de esta, nadie dejaba todo tirado; ahora no existía el tiempo, pero había tiempo para todo.

Todo era tan increíble, que aún no me lo creía, pero cuando comencé a creérmelo sonó el despertador; era la hora de levantarse, correr por toda mi casa, dejar todo tirado y sentir miedo de llegar tarde.

Me dí cuenta de que todo había sido un sueño que contenía la mayor ilusión que intento alcanzar día a día. El mundo seguía igual y nada había cambiado. Todo mi alrededor seguía corriendo, viviendo todos los días el estrés de la repetitiva y cansina rutina. Todo el mundo seguía intentando aprovechar cada milésima de segundo, sin perder ni un instante.

Me derrumbé por completo y comencé a llorar mientras el sonido del "tic-tac" del reloj aumentaba dentro de mi cabeza, hasta llegar a soñar más fuerte que los latidos de mi corazón. Tuve que reconocer que es imposible vivir sin el maldito reloj, el reloj que muchas veces provoca el final de un sueño, pero la ilusión de comenzar otro. El reloj provoca el final de una historia, pero, a veces, el comienzo de otra; provoca tristezas, pero también alegrías.

El tiempo pasa y la vida se va acabando al mismo tiempo que yo voy recordando todo lo que he vivido. Nunca debo vivir de recuerdos, pero siempre debo vivir recordando todo lo que he vivido. Hoy, he decidido no perder el tiempo intentando detener al mismo, dado que sé que es imposible vivir sin un reloj a mano. El tiempo va a avanzando y me lleva entre sus brazos, enseñándome cosas nuevas día a día, haciéndome vivir historias, momentos y experiencias inolvidables. El tiempo hace que evolucione en la vida; él me ayuda a dejar una huella atrás cada día; hace que dé pasos hacia delante, que aprenda de mis errores y sobre todo, hace que mis ganas de vivir aumenten día a día, que me entren unas ganas inmensas de vivir, pero aprovechando cada segundo que el mundo me regala.

miércoles, 13 de junio de 2012

Demasiado tarde para retroceder.

Una tarde, estaba aburrida en casa y mi madre me propuso salir a dar una vuelta. Yo era una adolescente rebelde, de esas que no salen con sus padres porque sienten vergüenza, así que no acepté la respuesta y preferí quedarme en casa, mirando la televisión. Le dije a mi madre que saliese ella sola o que quedara con sus amigas, porque sabía perfectamente que yo no salía con ancianas pesadas, esa era la definición que tenía hacia mi madre. Ella no se asombró con mi respuesta, ya que está acostumbrada a escuchar mis bordes palabras hacia ella. No me dijo nada, solamente me miró con una mirada de miedo; parecía una mirada llena de dolor y tristeza. Cuando mi mirada se cruzó con la suya, pude contemplar el dolor que sentía todos los días de su vida, el sufrimiento por el cual yo le estaba haciendo pasar, entonces me paré a pensar en que, tal vez, si yo volviese a ser la niña que antes era, aquella que todos los días le decía un "te quiero, mamá", ella iba a ser más feliz. Mientras ella se preparaba para salir hacia ninguna parte, yo me dirigí a su cuarto e intenté pedirle disculpas por todo lo que le había hecho pasar, pero ella no me dejó hablar, me interrumpió desde el momento en el que escuchó mis pasos por el pasillo de mi casa.

Llegué a escuchar el sonido de su llanto, pero no quise acercarme a ella, ya que no quería verme. Me puse a llorar yo también, porque me sentía la peor persona del mundo; sentía que no valía para nada, excepto para hacer sufrir a los demás; sentí que estaba desaprovechando el tiempo, que estaba destrozando mi vida y la de mi madre. Pensé en todos los momentos de la infancia que viví con ella, los juegos a los que me enseñó a jugar, los besos que me dio cuando me desvelaba por las noches, los abrazos que me ofrecía cuando yo sentía frió, las sonrisas que me regaló sin motivos y entonces, me derrumbé por completo. Ella me enseñó a vivir, a dar los primeros pasos, ella me enseñó a crecer en la vida, me dio la mano para ayudarme a levantar cuando me caía; ella fue la única persona por la cual estoy en este mundo y se lo estoy pagando con discusiones diarias, con insultos, rebeldías y engaños. Sabía que todo tenia que cambiar, tenía que cambiar mi mentalidad cargada de ignorancia, pero no me atrevía a hacerlo. No me atrevía a pararme enfrente de mi madre, mirarla a la cara y decirle que la quiero, que es la persona más importante en mi vida; no me atrevía a pedirle perdón por todo lo el dolor que le he hecho sentir.

Escuché el golpe de la puerta, golpe que me hacía saber que mi madre había salido y yo ni siquiera sabía hacia dónde iba, no sabía si saldría sola o en compañía. Ni siquiera me dio tiempo de decirle lo que sentía en aquel momento; de decirle que necesitaba hablar con ella, porque me sentía muy arrepentida por todo lo que le había hecho vivir en mi etapa de adolescencia.

Me puse en pie y enfrente de mí encontré un espejo. Me quedé perpleja y en mi cabeza se formó un huracán. Empecé a recordar todo lo que ha vivido mi madre, todo lo que ha luchado por sacarme adelante. Ella ha intentado ayudarme a no cometer los mismos errores que ella, a no dejar que alguien decida por mí como hicieron con ella. A ella la violaron y de esa violación aparecí yo. Sé que mi madre podría haberme dejado en un contenedor de basura, ya que yo era una bastarda; yo era un bebé aparecido de la nada, un bebé sin padre. Pero, a pesar de todo, mi madre tuvo el valor de aceptarme, cuidarme y sacarme adelante ella sola, sin nadie más, porque ni siquiera su familia le ayudó. Ella fue una mujer con un pasado muy duro, fue una joven muy loca, tuvo problemas con las drogas y fue ahí cuando se quedó sola, cuando toda mi familia le abandonó, pero siempre le quedaba yo, para calmar su soledad.

Yo la quería mucho, siempre hacía lo imposible por ella, pero había algo que no me gustaba y era que no sabía nada de mi padre. Todos los días esperaba a mi padre, pero no aparecía. Hasta que llegó un momento en el que mi madre tuvo valor para decirme que yo no tenía padre, que solamente era producto de un abuso sexual y no de un profundo amor como la mayoría de los nacimientos.

A partir de ese punto fue cuando comenzó mi cambio. Fue ese punto cuando mi madre empezó a sentir dolor, a tenerme miedo y eso era lo que me hacía sentir segura, eso me hacía tener valor para seguir así, ya que sabía que la que mandaba era yo, porque ella me temía.

Comencé a llorar y las lágrimas empapaban toda mi cara. Me aparté del espejo y decidí llamar a mi madre por teléfono. Necesitaba contarle que, por fin, había decidido cambiar, abrir los ojos y darme cuenta de que una madre es lo mayor que se puede tener en la vida, pero no obtuve respuesta; su teléfono no se encontraba disponible.

Esperé un rato y la volví a llamar por teléfono, pero seguía sin disponibilidad. Estaba preocupada y no sabía que hacer, así que me senté en el salón a ver la televisión e intenté tranquilizarme. Para ello, intenté pensar en que ella estaría bien, en un lugar seguro, pero sin cobertura y por eso no conseguía ponerme en contacto con ella.

La televisión no me entretenía; no encontraba nada que me interesara de verdad, pero decidí dejar el canal de las noticias, entonces emitieron las noticias de última hora.

Hubo un incendio en un Bar de Sevilla un niño desapareció en Barcelona y una mujer había muerto debido a un suicidio en una calle desconocida de Madrid. Una mujer, un suicidio y en Madrid. Por mi mente se pasó la idea de que mi madre se había suicidado, pero no quise aceptarla. No quise aceptar que mi madre había muerto, que me había quedado sola y con la conciencia cargada, dado que yo era la única culpable de la muerte de mi madre. Efectivamente, aquella era la realidad. Fue mi madre la que se suicidó, la que prefirió acabar con su vida, antes de seguir viviendo conmigo. Mi madre se había ido y no pude despedirme de ella, no pude sentarme a su lado y decirle que iba a cambiar, que iba a volver a ser la niña que le decía un "te quiero" todos los días, la que le acompañaba a todas partes. Me quedé con las ganas de gritar palabras de cariño y no insultos; me quedé con las ganas de ese beso de buenas noches que ella me daba siempre; con las ganas de ese abrazo cuando un abrigo no era suficiente para calmar mi frío.

Era mi madre, la mujer que me había dado la vida y yo se la había quitado. Todo parecía imposible, pero era la cruda realidad, entonces me di cuenta de que el tiempo pasa demasiado rápido, no hay tiempo para retroceder. Debo pensar antes de actuar, porque puede que después sea demasiado tarde. Me di cuenta de que me había quedado sola y los últimos recuerdos que tenía de mi madre eran los momentos de discusión.

Pasé dos años sin hacer nada, aburrida en casa y sin tener a nadie que me propusiese salir a la calle. No hacía nada, excepto llorar. Quise llorar hasta quedarme sin lágrimas, hasta morirme de dolor, pero reflexioné y pensé que, alomejor, debía de seguir adelante; debía de seguir adelante intentando olvidar el pasado; olvidando todos los errores que cometí y aprendiendo de ellos. Echaba mucho de menos a mi madre, echaba de menos su sonrisa cuando me miraba, sonrisa que me motivaba para vivir. Sí, la echaba bastante de menos, pero ahora me tocaba vivir lo mismo que ella vivió: la soledad. Entonces fue ahí cuando pude darme cuenta de lo que sufrió mi madre cuando no tenía a nadie a su alrededor, me dí cuenta de que sus consejos me los daba por las malas experiencias que ella había vivido. Ella quería lo mejor para mí, pero yo me empeñé en pensar que sus consejos no me servirían de nada, en que ella solamente era una mala persona que quería destruir mi vida de la manera en la que ella lo hizo con la suya, pero todos mis pensamientos eran erróneos, porque lo único que quería mi madre era enseñarme a vivir; enseñarme a centrar la cabeza, a aprovechar el tiempo y a no destruir mi futuro de la manera en la que ella lo hizo.

Fui una estúpida, no supe valorar lo que tenía y ahora lo he perdido, pero he seguido adelante gracias a los consejos de mi madre. Ella un día me dijo que de errores se aprendía y yo, con todo esto que ha pasado, he aprendido a valorar lo que tengo. Con esto he aprendido a expresar lo que siento en el mismo momento en el que lo siento, porque puede que se acabe el tiempo y no pueda expresarlo. He aprendido que los padres siempre están ahí, en los buenos y en los malos momentos.

Los padres son las únicas personas que estarán a  tu lado cuando todo el mundo se haya ido; los que te apoyarán y te ayudarán a crecer, a madurar y a reflexionar. Los padres son los que soportarán todos tus errores y te ayudarán a aprender de ellos. Son las únicas personas que siempre te abrazarán en los meses de invierno y te abanicarán en verano. Ellos te besarán por las noches, te despertarán con una sonrisa por las mañanas. Los padres trabajarán para sacarte adelante, te darán consejos que, por muy estúpidos que puedan llegar a resultar, son consejos muy buenos, consejos que vienen de malas experiencias, así que siempre, todas las personas, debemos de seguir los consejos que nuestros padres nos dan, porque ellos solamente buscan lo mejor para sus hijos. Ellos nunca quieren molestarnos, solamente desean que sus hijos crezcan y puedan sentir un gran orgullo de sus padres; que puedan decir que gracias a sus padres han podido vivir, que los padres fueron las personas que te hicieron abrir los ojos y darte cuenta de que, a veces, es demasiado tarde para retroceder.

viernes, 8 de junio de 2012

He aprendido a aprovechar el tiempo, pero no quiero vivir pendiente del continuo "tic-tac" del reloj; simplemente, quiero disfrutar cada segundo de vida, cada momento vivido, cada sonrisa expresada. Voy a vivir como yo quiero, no dejaré que nadie se interponga en mi vida. Yo construiré mi camino y me marcaré una meta a la que llegaré, pase lo que pase, llegaré a todo lo que me proponga y no dejaré de luchar por ello. Nadie me va a frenar, nadie pondrá fin a mis pasos, ninguna amistad será capaz de cambiarme y, una vez más, digo que seré como yo quiera ser, no como los demás me piden que sea y, en este caso, quiero llegar a ser alguien en la vida, porque no quiero acabar sin estudios, no quiero tirar mi vida por borda y, en un mañana, no quiero depender de mis padres, no quiero tenerlo todo a mi alcance sin haber hecho el más mínimo esfuerzo, porque nunca me ha gustado conseguir todo lo que quiero sin antes haber luchado, además, siempre les he dicho a mis padres que no me den todo lo que quiero, que no me den nada que no merezca y así lo han hecho siempre. Yo no soy una niña que pide hoy y lo tiene mañana gracias a el esfuerzo de sus padres. Yo sé escuchar un "no" como respuesta, porque sé que hay momentos en los que debo escucharlo, pero sé que también llegará el momento de escuchar una voz en mi cabeza que me diga que "sí", entonces, será ahí cuando comience mi lucha. Mis deseos los conseguiré con mi esfuerzo y cuando los alcance sentiré una sensación de victoria, un gran orgullo de mí misma, en cambio, si me lo dan todo hecho me sentiría rara, me sentiría como una persona incapaz de luchar, una persona que se rinde sin antes haberlo intentado, por eso quiero ser lo que soy y puede que sea poca cosa, pero lucho por lo que deseo, me esfuerzo día a día para intentar superarme a mi misma, porque yo no quiero superar a nadie, no me quiero sentir superior a los demás, ya que se rumorea que todas las personas somos iguales, aunque, a veces, no sé si creerme ese rumor, porque la mayoría del mundo no se lo cree y piensa que existen las clases sociales.

Yo no soy superior a nadie, pero me quiero superar a mí misma, quiero aprender a crecer y alcanzar lo que deseo por mí misma. Nunca he sido una niña caprichosa, soy muy conformista para muchas cosas, pero demasiado exigente para otras, es decir, sé conformarme con todo lo que tengo, pero siempre encuentro la necesidad de pedir más, por eso me obligo a luchar, me exijo luchar por lo que deseo, aunque pueda ser feliz sin la necesidad de tener todo aquello que desee. Sé que es imposible tenerlo todo, pero no lo pido todo, solamente quiero lo que me merezco, quiero todo aquello que merezca la pena, quiero conseguir un mérito gracias a una lucha.

Puede que me equivoque, puede que me preocupe demasiado por mi futuro, que esté demasiada centrada en el día de mañana, que no disfrute lo suficiente del día a día, porque me paso mucho tiempo pensando en lo que será de mí en un mañana; dedico demasiado tiempo intentando construir un buen futuro. Tal vez, haya perdido tiempo preocupándome por las críticas y reconozco que siento dolor, reconozco que me llego a ofender con la menor de las críticas y, a veces, he sentido tanto dolor que me he planteado cambiar, he llegado a decir que ser la persona que soy no merece la pena. He pasado demasiadas tardes sola en casa, llorando por ser la niña que soy, recordando cada insulto que mi mente no es capaz de olvidar. He malgastado demasiado tiempo llorando por no ser igual que el resto de las personas de mi edad, pero luego me he parado a pensar en que ser rebelde con la gente que más me quiere, no estudiar, salir de fiesta, tener novio y creer que con eso lo tendré todo el día de mañana, no merece la pena, así que no quiero cambiar y agradezco tener el cerebro que tengo, porque no sabría que hacer si tuviese el cerebro de los adolescentes de mi edad, ya que no le encuentro sentido a nada de lo que se encuentra depositado dentro de él. El cerebro de un adolescente está lleno de fantasía, de ignorancia. Ese tipo de cerebro tiene los ojos demasiado cerrados y me daría miedo tener todo eso dentro de mi cabeza.

He tomado la decisión de no cambiar. No quiero volver a preocuparme por críticas sin sentido, no quiero llorar por sentir esa sensación de que me apartan del resto de la multitud. Existe la posibilidad de que sea diferente a las personas de mi edad, pero soy igual que ellas, aunque con un poco más de neuronas, con un poco más de valor para reaccionar y pensar en mi futuro, con un poco más de fuerza para no dejarme llevar, para ser la persona que yo quiera ser.

Sé que nadie me conoce, al igual que yo tampoco conozco a nadie, ya que aquí, en el mundo, nadie conoce a nadie, porque todas las personas tenemos una personalidad muy profunda, un interior que nadie conoce y, a veces, pensamos que saber el nombre de una persona implica conocerla, pero nada es así, dado que algunas personas actuamos de una manera de la que no somos, porque sentimos miedo de vivir como nosotros queremos, de expresar la personalidad que de verdad tenemos.

Lo único que puedo decir, es que siempre debemos de expresar lo que de verdad somos. No debemos de sentir miedo, ni vergüenza de ser lo que somos, porque cada uno es de una manera distinta; todas las personas tenemos nuestra forma de ser, de actuar, de pensar; todas tenemos defectos y virtudes, pero tenemos que aprender a aceptar lo que somos. Dejemos de intentar cambiar nuestra personalidad, no busquemos ser igual que alguien; aceptemos lo que somos y no lo que nunca seremos; no vivamos preocupados por lo que puedan pensar de nosotros; expresemos lo que sentimos sin miedo a recibir unos malos resultados, porque la vida sigue y no debemos de ver un mal momento como una tormenta eterna; no perdamos el tiempo llorando por haber vivido un mal pasado, porque sabemos que podemos huir del pasado, pero del tiempo no, así que aprovechemos el momento; soñemos sin límites y luchemos por alcanzar nuestros sueños; vivamos el presente e intentemos construir un futuro feliz, pero de la manera en la que nosotros queremos, no en la que el mundo decida.

martes, 5 de junio de 2012

El sueño de construir un mundo gratis.

Quiero aprender a construir un mundo y hacer que este en el que todos vivimos desaparezca, porque este mundo cada día es más injusto. En este mundo ha demasiados problemas, hay muchas personas pasando hambre, mientras que existen otras a las que le sobra la comida; hay niños deseando tener un colegio para poder estudiar, en cambio, hay otros que tienen colegio y harían lo imposible para no acudir a él. Este mundo no me gusta, yo quiero un mundo mejor; un mundo en el que todas las personas podamos llegar a ser felices, en el que no exista el dolor, en el que todas las personas podamos sonreír, quiero un mundo en el que no exista el maldito dinero, porque es él el que causa la mayoría de los problemas, por culpa del dinero llegan las guerras, las crisis, los recortes, las lágrimas, el dolor, el sufrimiento, el trabajo; por culpa del dinero hay personas que duermen encima de cartones y eso me parece muy injusto y me siento mal cuando duermo, porque sé que tengo una cama, una almohada y una manta, cuando sé que hay personas que están durmiendo encima de la acera de una calle, con la cabeza fundada en los chicles que hay pegados al suelo, tapadas con unos cartones encontrados en la basura. Nunca he entendido nada de este mundo, no entiendo por qué necesitamos billetes y monedas para poder vivir, no entiendo por qué todo se basa en el dinero, por qué las personas que no tienen dinero no pueden vivir igual que el resto del mundo que sí lo tiene. El mundo no es capaz de darse cuenta de que por culpa del dinero hay miles de personas sufriendo, sin casa, sin comida, luchando por su vida, soñando con una moneda que caiga sobre sus manos. El dinero causa robos, los robos piden una justicia, la justicia siempre es injusta, las injusticias causan conflictos y los conflictos causan problemas. Todo es una cadena que se forma por culpa del dinero, una cadena innecesaria, una cadena que se podría evitar, pero el mundo ha decidido que debe de ser así, por eso las personas lo único que pedimos es dinero, no paramos de comparar lotería con la esperanza de ganar dinero, vivimos pendientes del dinero, trabajamos para ganar dinero, todo el día andamos pendientes de las facturas, del sueldo, de los gastos, de los precios, pero no nos damos cuenta de que el dinero no lo es todo, no nos damos cuenta de que existen personas que no tienen nada, ni si quiera dinero, pero aún así pueden sonreír, aunque les cuesta hacerlo, pero sonríen y esa es la auténtica felicidad, la que se consigue sin tener nada.

Yo nunca he pensado que con dinero podría ser feliz, porque soy más feliz sin él, ya que tengo amigos, tengo familia, tengo salud, tengo comida, puedo estudiar y tengo vida, así que con esto lo tengo todo, con esto puedo ser feliz y quiero construir un mundo en el que no exista la pobreza, en el que no exista el famoso dinero, en el que todas las personas podamos tener casa, casas con luces de colores, luces que transmitan la felicidad que se siente al saber que vivir es gratis, quiero que no se trabaje, porque no hace falta el dinero, ya que en mi mundo todo será gratis, en mi mundo iremos a las tiendas y podremos salir de ellas sin la necesidad de haber sacado la cartera del bolso, en mi mundo se pagará con sonrisas, porque esa será la norma más importante, la de sonreír, dado que lo más bonito que puede haber es una sonrisa. Quiero que en mi mundo nadie sienta miedo de vivir, porque sin el dinero nadie temerá a la vida. Podremos salir a la calle siempre que queramos, no hará falta tener la cartera llena de billetes, no hará falta escuchar el sonido de las monedas saltando en el bolso.

En mi mundo, quiero que aprendamos a ser felices sin la necesidad de tener la cartera llena.