Yo no soy superior a nadie, pero me quiero superar a mí misma, quiero aprender a crecer y alcanzar lo que deseo por mí misma. Nunca he sido una niña caprichosa, soy muy conformista para muchas cosas, pero demasiado exigente para otras, es decir, sé conformarme con todo lo que tengo, pero siempre encuentro la necesidad de pedir más, por eso me obligo a luchar, me exijo luchar por lo que deseo, aunque pueda ser feliz sin la necesidad de tener todo aquello que desee. Sé que es imposible tenerlo todo, pero no lo pido todo, solamente quiero lo que me merezco, quiero todo aquello que merezca la pena, quiero conseguir un mérito gracias a una lucha.
Puede que me equivoque, puede que me preocupe demasiado por mi futuro, que esté demasiada centrada en el día de mañana, que no disfrute lo suficiente del día a día, porque me paso mucho tiempo pensando en lo que será de mí en un mañana; dedico demasiado tiempo intentando construir un buen futuro. Tal vez, haya perdido tiempo preocupándome por las críticas y reconozco que siento dolor, reconozco que me llego a ofender con la menor de las críticas y, a veces, he sentido tanto dolor que me he planteado cambiar, he llegado a decir que ser la persona que soy no merece la pena. He pasado demasiadas tardes sola en casa, llorando por ser la niña que soy, recordando cada insulto que mi mente no es capaz de olvidar. He malgastado demasiado tiempo llorando por no ser igual que el resto de las personas de mi edad, pero luego me he parado a pensar en que ser rebelde con la gente que más me quiere, no estudiar, salir de fiesta, tener novio y creer que con eso lo tendré todo el día de mañana, no merece la pena, así que no quiero cambiar y agradezco tener el cerebro que tengo, porque no sabría que hacer si tuviese el cerebro de los adolescentes de mi edad, ya que no le encuentro sentido a nada de lo que se encuentra depositado dentro de él. El cerebro de un adolescente está lleno de fantasía, de ignorancia. Ese tipo de cerebro tiene los ojos demasiado cerrados y me daría miedo tener todo eso dentro de mi cabeza.
He tomado la decisión de no cambiar. No quiero volver a preocuparme por críticas sin sentido, no quiero llorar por sentir esa sensación de que me apartan del resto de la multitud. Existe la posibilidad de que sea diferente a las personas de mi edad, pero soy igual que ellas, aunque con un poco más de neuronas, con un poco más de valor para reaccionar y pensar en mi futuro, con un poco más de fuerza para no dejarme llevar, para ser la persona que yo quiera ser.
Sé que nadie me conoce, al igual que yo tampoco conozco a nadie, ya que aquí, en el mundo, nadie conoce a nadie, porque todas las personas tenemos una personalidad muy profunda, un interior que nadie conoce y, a veces, pensamos que saber el nombre de una persona implica conocerla, pero nada es así, dado que algunas personas actuamos de una manera de la que no somos, porque sentimos miedo de vivir como nosotros queremos, de expresar la personalidad que de verdad tenemos.
Lo único que puedo decir, es que siempre debemos de expresar lo que de verdad somos. No debemos de sentir miedo, ni vergüenza de ser lo que somos, porque cada uno es de una manera distinta; todas las personas tenemos nuestra forma de ser, de actuar, de pensar; todas tenemos defectos y virtudes, pero tenemos que aprender a aceptar lo que somos. Dejemos de intentar cambiar nuestra personalidad, no busquemos ser igual que alguien; aceptemos lo que somos y no lo que nunca seremos; no vivamos preocupados por lo que puedan pensar de nosotros; expresemos lo que sentimos sin miedo a recibir unos malos resultados, porque la vida sigue y no debemos de ver un mal momento como una tormenta eterna; no perdamos el tiempo llorando por haber vivido un mal pasado, porque sabemos que podemos huir del pasado, pero del tiempo no, así que aprovechemos el momento; soñemos sin límites y luchemos por alcanzar nuestros sueños; vivamos el presente e intentemos construir un futuro feliz, pero de la manera en la que nosotros queremos, no en la que el mundo decida.
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