domingo, 12 de agosto de 2012

Un nuevo amanecer.

Y de repente, me encuentro con el silencio de una noche de sábado muy calurosa y estrellada. La tentación de escribir me ha surgido a la una y veintitrés de la madrugada, así que aquí estoy; tecleando sin control y luchando para que el sueño no se pose en mis pestañas.

La oscuridad me asusta, pero el valor puede conmigo y ha sido este quién me ha cogido en sus brazos para traerme hasta aquí y así poder escribir. No sé que demonios hago despierta a esta hora. La escritura me ha desvelado y no he podido evitar venir hasta esta hoja en blanco, aunque ni siquiera sé exactamente cómo voy a rellenarla.

Los sonidos raros de la oscuridad consiguen robarme concentración y también, acelerar los latidos de mi corazón. Reconozco que ahora mismo me siento igual de asustada que un niño inocente en una noche de reyes; no lo puedo definir con otras palabras.

Los soplidos del viento chocan ruidosamente contra mi ventana, por mis oídos se cuelan ladridos lánguidos de perros desvelados. Y las absurdas agujas del reloj, no paran de moverse; mientras escucho ese pegajoso tic-tac que provoca el paso de las horas, horas en las que debería de estar durmiendo, sin embargo estoy escribiendo sin rumbo alguno.

Pensaba que sólo era el amor aquel que conseguía desvelarme, pero esta noche no ha ocurrido así. Me ha desvelado la escritura, o tal vez mis reflexiones con la almohada. Cabe la misera posibilidad de que esté enamorada de la escritura, pues todo el día estoy pensando en ella y buscando ese momento en el que pueda refugiarme detrás de sus letras. La verdad es que, este sería el único amor que me podría hacer feliz eternamente, porque sólo cuándo escribo puedo sentirme en una felicidad total y absoluta.

Las horas pasan y ya son las dos y media de la madrugada. Mis amigos estarán todos de fiesta y seguramente, bebiendo alcohol para llegar a sentir ese orgullo de ignorantes de mentes retorcidas, mientras yo sigo aquí bailando con las letras; divirtiéndome con el silencio; riendo con mis pensamientos; sin la necesidad de quedarme sorda con una descabellada y escandalosa música asesina; y sin aguantar pisotones de personas descontroladas.

Yo puedo ser feliz aquí; con mis letras, bebiéndome la noche, hablando con la luna, contando las estrellas, tragándome el reloj, escribiendo y perdiendo el control, sin echar en falta el alcohol.

Me fumo los recuerdos, me bebo a tragos el pasado. Cierro los ojos y me voy dejando caer sobre la luna, que poco a poco va dando paso al sol. Y entonces es ahí cuándo sé que me espera un nuevo amanecer. Buenas noches, mundo.

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