domingo, 5 de mayo de 2013

Mi amiga Soledad.

Regreso, una vez más, a vestir con mis letras una hoja en blanco. La soledad siempre me trae inspiración, y tal vez las palabras puedan rellenar cada hueco vacío de esta casa, y también de mi interior. Intento subir el volumen de la música, procurando no oír mis lánguidos pensamientos; pero resulta imposible ignorar a mi mente, cuando sé que me está pidiendo a gritos que me detenga a escucharla. ¿Qué querrá esta vez?

Hey, espera, ya casi la oigo, y me pide de manera desesperada que escriba, que no detenga mis palabras, porque sólo así podré entender lo que me quiere decir. Realmente, no comprendo mis pensamientos sin antes plasmarlos en la escritura. ¿Me vas a decir de una vez qué quieres, mísera mente?

Presiento que has venido para hacerme recordar, porque sabes que dentro de mí permanece un profundo abismo, en el que habita un añoro desbordado. Sabes que no me siento bien, y siempre vienes para hacerme sentir peor. No me hagas recordar, por favor, vete. No pensar, tan sólo quiero no pensar.

Veo que aún sigues aquí, aunque tampoco quiero que te vayas. Solamente pido que con ningún pensamiento me hagas llorar, que si vienes, vengas para hacerme mirar el lado bueno de todo esto que me rodea. ¿Pero cómo voy a mirar el lado bueno, si no sé en qué intrépido lugar se esconde?

Llegué a sentirme extremadamente feliz en aquel presente que, hoy, sólo son recuerdos. Mi mente no deja de recordar, haciéndome llorar, que los mejores momentos del pasado ya no volverán. Y hoy, de esta realidad, yo quiero escapar. Hoy, los buenos momentos ya no son una rutina como lo fueron ayer. Hoy, todo es demasiado aburrido. ¿Y qué puedo hacer? De llorar ya estoy cansada, y de sonreír también.

Siento que entre todos forman un círculo en el que yo me quedo fuera como si fuese un cuadrado incapaz de encajar. Y todo esto, quiera o no, acaba doliendo. Aunque quiera subir el volumen de la música para olvidarme de este mundo loco que me rodea, sé que no puedo hacerme la loca, sé que aquí dentro me arden demasiadas heridas incapaces de cicatrizar. Aunque por fuera quiera demostrar que estoy bien, yo sé perfectamente lo que hay aquí dentro, sé lo que pasa desde el momento en el que la soledad me invade. Aunque sonría, sé que mi sonrisa está cansada. Y aunque sepa que está cansada, también sé que, cuando yo salga de nuevo ahí fuera, volverá a acompañarme, como si nada pasara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario