miércoles, 12 de septiembre de 2012

No sabemos apreciar lo que tenemos, hasta que lo perdemos.


A veces, ¿No has llegado ha echar de menos a aquella persona que un día echaste de más? ¿No has sentido que no supiste comportarte de la manera adecuada con esa persona que tanto extrañas? ¿No te pasas el día suplicando que vuelva esa persona o pensando en esa misma? Cuándo el mundo se te echa encima, ¿No extrañas a aquella persona que te hacía sonreír en los peores momentos? Cuándo pasas por un buen momento, ¿No sientes la necesidad de compartirlo con esa persona?

En ocasiones, nos comportamos como imbéciles. Cada vez que tenemos a una gran persona a nuestro lado nunca la sabemos apreciar, hasta que la perdemos y es ahí cuándo nos duele, cuándo lloramos deseando retroceder el tiempo y empezar todo de nuevo.

Después de haber visto marchar a la persona tan especial, es cuando sentimos que desaprovechamos el tiempo, porque estábamos convencidos de que ella siempre iba a estar a nuestro lado, pero lo que nunca llegábamos a imaginar es que la distancia llegaría y se la llevaría enredada entre sus brazos.

Buscamos consuelo por todas partes, buscamos motivos para sonreír incluso sabiendo que no tenemos cerca a la persona que nos sacaba esa sonrisa tonta todos los días. Sabemos que no nos sentimos bien, pero somos tan retorcidos de no querer demostrarlo. Vivimos cada día pendientes del tiempo, esperando a que este mismo nos devuelva lo que un día nos quitó. Nuestra mente piensa que no nos hace falta esa persona para vivir, pero nuestro corazón pide a gritos que regrese. Queremos olvidarnos de ella, pero no paramos de recordarla. Sonreímos al recordar los buenos momentos que pasamos junto a ella y lloramos al saber que   todo se ha quedado en un pasado. Y es que, nunca hemos sabido apreciar lo que tenemos, hasta que lo perdemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario