jueves, 12 de julio de 2012

¿Para qué continuar viviendo deprisa, buscando la suerte en la mierda que pisas?

Y de nuevo me encuentro con la misma situación. Me vuelvo a levantar de la cama y vuelvo a sentir que soy poca cosa, que estoy sola entre tanta gente, que me pisotean y me doy cuenta demasiado tarde. Una vez más, regresa esa sensación de desesperación, confusión y soledad, demasiada soledad. Los pensamientos me invaden, los recuerdos hacen que rompa a llorar y ni siquiera la música me entiende. Yo tampoco me entiendo, no sé por qué me encuentro tan desanimada, no entiendo por qué me cuesta tanto sonreír. No puedo seguir así. El tiempo pasa y todo sigue igual. No quiero ver a nadie, pero no quiero estar sola. Salgo a dar un paseo y camino despacio, sin ganas de sonreír. Sólo quiero escuchar el sonido de la música, pero por mis oídos se cuela el sonido de unas fuertes carcajadas. Parece que todo el mundo está feliz, excepto yo; la rara, la que siempre ha estorbado, la que se preocupa por el mundo y el mundo la ignora, la que sonríe cuando por dentro el dolor le parte en dos, la que se encariña demasiado rápido con las personas y luego recibe puñales por la espalda, la que se arrepiente siempre de sus jodidos errores, la que llora sin tener un hombro en el que apoyarse, la que siempre molesta, la pesada que cada día desea lo mejor para todos, la que tiene el corazón roto y aún así, sigue amando a la vida con cada uno de los pedacitos. No entiendo por qué es tan difícil ser feliz. ¿Acaso no existe la felicidad?

Sé que prometí sonreír, pero de nada me vale una sonrisa por fuera, si por dentro me destroza el dolor. No puedo soportarlo más, estoy cansada de oír "¡Qué niña más buena!" y sólo lo digan para aprovecharse de mí, para utilizarme y tirarme de nuevo. ¿Ser buena significa dejar que se aprovechen de mí? Pues ser buena comienza a cansarme, pero no quiero cambiar, no tengo por qué hacerlo. De buena soy imbécil. Imbécil, esa es la palabra que me define.

Cada día me doy cuenta de que todo el mundo me ha utilizado. He pensado en desaparecer de este retorcido mundo, pero si me voy me echarán de menos. Es increíble, nadie está a mi lado, nadie me escucha cuando necesito hablar, nadie me ha sabido apoyar, nadie ha sabido prestarme un hombro para llorar, pero si me voy me van a extrañar.¿Qué cojones pasa aquí? Estoy muy confundida, porque no pueden estar conmigo, pero tampoco sin mí. No entiendo por qué existen personas capaces de decirme "te quiero" con la boca llena de mentiras, por qué me prometen un "para siempre, amiga" y luego desaparecen para siempre, por qué me dicen "estaré aquí para ayudarte" y nunca están.

El único motivo de las pocas sonrisas que hoy he sido capaz de formar en mi boca es que sé que vendrán tiempos mejores. Nunca dejaré de luchar. He caído en momentos más profundos que este y he sido capaz de salir sin la necesidad de tener a alguien a mi lado. ¿Por qué me tengo que quedar aquí, ahora? ¿Por qué voy a dejar que el mundo me pisotee, si soy yo la que tengo que pisar en él? ¿Por qué debo quedarme debajo del mundo, si soy yo la que debe de estar encima de él? No permitiré que nada de esto ocurra. Saldré de este agujero, pisaré el mundo, superaré a este y me pondré encima de él.

No sé lo que me ha traído a escribir todo esto. Me dejo llevar por mi mente, me sumerjo en mi interior y escribo todo lo que encuentro. Todo lo que escribo es lo que siento, no sé escribir historias que no he vivido y en cada una de ellas hay un pedazo de mi alma, de mi historia, de mi tormentoso pasado, de mi revuelto presente e incluso de mi esperado futuro. Hoy no sé quién soy, no tengo ganas de hacer nada, ni siquiera de vivir. Sólo necesito escribir, escribir hasta quedarme sin manos, hasta que mi mente explote, hasta perderme entre las palabras, hasta no encontrar letras. Me he dado cuenta de que la vida es un libro y cada persona escribe el suyo. Yo escribo el mío a medida que voy viviendo. No quiero enumerar las páginas, ya que no sé cuando se acabará mi historia. En todas las páginas dibujaré una cara empapada en lágrimas y con una sonrisa formada en la boca, porque es así como he vivido; sonriendo todos los días, incluso cuando por dentro me inundaban las lágrimas.

Hoy he viajado por lo más profundo de mi interior. Me ha parecido un viaje hacia la locura, dado que ahí todo está revuelto. Todo el pasado se pelea con el presente, mientras que el futuro lucha por entrar y poco a poco lo va a lograr. He encontrado muchas curiosidades en mi interior, una de ellas es una frase que ponía "los amigos de verdad se cuentan con los dedos de una sola mano" y ha sido ahí cuando me he dado cuenta de que esa frase tiene una gran razón. A mí, incluso, me sobran los dedos de una mano para contar a mis amigos de verdad. No existe la amistad y lo digo por experiencia. Pensaba que todas las personas de mi alrededor eran maravillosas, todas tenían defectos y virtudes, pero me hicieron creer que me querían, que para esas personas yo era muy importante; creí que podía confiar en ellas y ellas en  mí, pero un día todo cambió y fue ahí cuando me dí cuenta de las cosas, cuando supe que había sido una imbécil. Me encariño demasiado rápido con las personas, entonces, ¡zas!, llega el puñal, las lágrimas, el dolor y detrás, la culpa, porque, al parecer, yo siempre soy la mala, la que tiene la culpa de todo. ¿No os habéis dado cuenta de que ni siquiera me conocen? Saber mi nombre no implica conocerme. Llegué tarde, lo sé y suelo llegar tarde a todos lados, también a sus vidas. ¿Qué puedo hacer? ¿Tengo la culpa de que el destino me haya hecho construir un nuevo comienzo? Ojalá pudieran sentirse como me he sentido yo. Ojalá pudieran pararse a pensar en como se siente una persona al saber que tiene que dejar toda una vida atrás, comenzar una vez más y sola, muy sola. Esto es muy difícil y me duele, pero nada puedo hacer, solamente luchar y tirar para delante, aunque no tenga a nadie en quien apoyarme.

Tendré catorce años, aparentaré ser una niña, pero nadie sabe lo que llevo dentro. Nadie se ha dado cuenta por lo que he pasado. Desde muy pequeña, con siete años, tuve que dejar atrás lo que más quería y conocer una nueva vida. Ni siquiera sabía en qué vida me encontraba anteriormente. ¿Cómo demonios se conocía una nueva vida con siete años? Sí, eso mismo me preguntaba yo. Con esa edad ya sabía lo que era una herida y no me refiero a las heridas que me hacía corriendo en el parque, ya que esas heridas ya las había dejado atrás. Me refiero a las heridas profundas que se producen en lo más hondo de mi ser, aquellas que dejan cicatrices. Los juguetes se cambiaron por problemas, la felicidad se convirtió en tristeza, la infancia en dolor y los amigos en recuerdos ausentes. Todo se convirtió en un pasado, pero las agujas del reloj seguían andando, así que yo debía de seguir viviendo en el presente, sin olvidar el pasado y construyendo un nuevo futuro. Todo era muy difícil y mi única compañía era la soledad. Ese fue el momento en el que maduré, en el que mi mente cambió las fantasías por realidades. Ya no soñaba con ser una princesa, sino con la felicidad.

Ahora me levanto y me encuentro con la misma mierda. Rechazos, excusas para perderme de vista y puñales, más y más puñales. Y yo, como siempre, me callo y sonrío. ¿Acaso aparento ser de hierro? ¿Acaso una sonrisa en mi rostro significa que soy feliz? No soy de hierro, soy de cristal y me he roto muchas veces, pero nadie ha visto mis cristales.

Sigo luchando por alcanzar mi sueño, el sueño de sentir que la amistad existe. Quiero sentir que le importo a alguien, que existen los amigos de verdad. Sueño con tener amigos que me sepan aceptar a mí y a mi historia. El tiempo me ha hecho ser como soy. Soy adolescente, pero con la cabeza asentada. ¿Por qué tengo que tener la mente retorcida que tienen los adolescentes? Se ríen de mí porque soy diferente, yo me río de ellos porque son todos iguales. A veces, he llegado ha estar tan harta de todos ellos y de sus estúpidas críticas, que me he planteado cambiar mi forma de pensar, pero luego me he calmado y me he preguntado "¿Por qué debo de cambiar para que me sepan aceptar?" Y es que, si fuesen mis amigos de verdad, me sabrían aceptar como soy. Quién me quiere, me acepta.

Esta historia habla de varias cosas a la vez. Está un poco revuelta y no tiene casi orden, pero es así como está mi interior; muy desordenado. No me gusta el orden, nunca he entendido por qué el uno va antes que el dos, por qué el primer día de la semana es el lunes, luego le sigue el martes y después el miércoles, así hasta que llegue el domingo. Y de nuevo el lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo. Toda una vida igual, pendientes del reloj, de los días, del tiempo. Vivimos encerrados en el tiempo, siempre pendiente de él. Y yo siempre me pregunto "¿Para qué continuar viviendo deprisa, buscando la suerte en la mierda que pisas?".



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