lunes, 30 de septiembre de 2013

2005 - 2013.

Qué triste me resulta cruzarme por la calle con personas que compartieron conmigo toda una infancia, y ya no somos capaces ni de mirarnos a la cara, apenas nos saludamos, o actuamos como desconocidos que se conocen muy bien. Por mi parte, iría corriendo a abrazarles, e intentaría hacer lo posible para que todo vuelva a ser como antes. Prometimos que nada iba a cambiar cuando yo me marchase, y mira, ahora sólo somos una promesa rota. Claro, éramos aún muy pequeños como para saber que nada es para siempre, ni siquiera las amistades más fuertes. Y yo les echo de menos, joder. Nadie se imagina lo que me dolió, y aún me duele, alejarme de las personas con las que compartí las primeras palabras cuando estaba aprendiendo a hablar, los primeros lápices de colores cuando estaba aprendiendo a colorear... De verdad, iría para atrás una y otra vez, sólo para vivir todo aquello otra vez. Vivirlo, pero sin marcharme, quedarme allí, junto a ellos. Y continuar juntos, para siempre, en el mismo camino que un día nos separó. Supongo que no me entienden porque no saben cómo he llegado a sentirme, ni cómo me siento al ver que aún permanece algo aquí dentro que me une a ellos, mis amigos de toda la vida. Y fue la misma vida quien me distanció. La distancia hace el olvido, no lo niego. Pero, ¿por qué yo no me olvido? Será que siempre recuerdo a las personas que realmente me importaron, y no las olvido ni aunque me saquen del mundo. No quiero pensar que yo nunca les importé, pues no fue eso lo que me demostraron antes de alejarme. Aunque, ahora que me he ido... Ahora sí dudo, dudo mucho, que les importe. Ya hace ocho años que toda mi vida cambió y parece que fue ayer cuando, con lágrimas en los ojos y rota por dentro, grité un "hasta pronto". ¿Hasta pronto? Creo que, visto lo visto, fue un "Adiós". Nunca me ha gustado escribir o recordar este tema, porque es como si, de repente, todo mi interior explotase en un instante, como si de la sonrisa más inmensa pasara a las lágrimas más intensas. Quiero enterrar este dolor, olvidarme de todo, tener la suficiente fuerza como para seguir adelante sin recordar, sin llorar por lo que he dejado atrás... Quiero ser capaz de asumir que las cosas tienen que cambiar de sitio, tarde o temprano; que en la vida no puede permanecer todo siempre igual; que son esas mismas cosas las que, cuando cambian de sitio, me enseñan a ser más fuerte. Que unas personas vienen y otras se van. Que, aunque me prometan un "para siempre", se van a ir igual. Que la vida sigue y, si no hago más que mirar atrás, me perderé lo que está delante. "Tengo que ser fuerte", me repito continuamente. Pero, ¿de dónde saco la fuerza, si el dolor siempre me supera? Algún día seré capaz de sentarme a escribir mi pasado sin derramar una lágrima; de no llorar porque una fuerte amistad acabó, sino de sonreír porque ocurrió...

martes, 24 de septiembre de 2013

No te veo, pero te siento.

Aún recuerdo aquel bonito atardecer que logró dejarme atónita, y me incitó a pasarme horas en la terraza, escribiendo para ti, otra vez, aunque nunca leas mis escritos. Eres el mejor espejismo que siempre he podido ver o, más bien, imaginar, pues nunca te pude conocer. Creo que, como cada día, te echo de menos sin querer y queriendo a la vez...

Ha sonado el timbre de la puerta, y espero que seas tú quien esté tras ella; pero sólo es el cartero, que ha venido a entregarme cartas de propaganda que nunca entiendo. No sé dónde estás, pero si me escuchas, escucha que te quiero ver aquí, de nuevo.

jueves, 19 de septiembre de 2013

¿Quién soy y por qué soy así?

Cada noche, queriendo o sin querer, me pregunto quién soy yo realmente, y quién deseo ser, mañana. Pienso en todo lo que tengo y en lo que he perdido, en lo que siempre he querido tener y nunca he tenido, en las personas que han venido, y en las que ya se han ido. ¿Pero quién soy y por qué soy así?

Soy alguien que define a la vida como el mejor artefacto para aprender a vivir. Cuando me miro al espejo siempre me pregunto quién es esa extraña, qué será de ella el día de mañana; me pregunto si luchará por sus sueños, o se quedará en el suelo desde que se sienta derrotada. Pienso que una derrota ayuda a dar un paso más hacia la victoria, pues perder también implica ganar, pero cuesta avanzar después de haber caído. La vereda de la vida es pedregosa, lo tengo asumido. Y sé que en un tropiezo no acaba el camino, que siempre podré levantarme e intentar, una vez más, alcanzar el sueño que haya escogido. A las personas que me dicen "tus sueños son imposibles", no les digo nada, sólo les sonrío. En general, sonrío a todo el mundo, y no tengo muy claro si esto es una virtud o un defecto, porque creo que no todos merecen mi sonrisa, pues me he dado cuenta de que existen determinadas personas que de mí no merecen ni eso.

Me fascina reír, es como si cada carcajada me regalase un minuto más de vida. Risueña y rara son los calificativos más repetidos a la hora de definirme. Lo de risueña lo entiendo. Lo de rara, también. Llega un momento en el que, de tanto escuchar lo mismo, acabo aceptándolo. Si la mayoría de los que me rodean piensan que soy rara, supongo que tendrán razón.

No confío en mí, la mayoría de las veces pienso que todo lo que quiero hacer me saldrá mal, hasta que lo intento y compruebo que sale bien. Lo importante es intentarlo, intentarlo las veces que sean necesarias, hasta conseguirlo. Soy muy negativa, y eso me ayuda a llevarme menos decepciones. Eso sí, a la hora de soñar, siempre pienso que puedo alcanzar mis sueños.

No lo voy a negar: me joden las malas críticas. No me voy a hacer la fuerte porque sé que no lo soy, aunque cuando la vida me obliga a serlo, saco la fuerza de donde sea. He saltado barreras, he caído y me he vuelto a levantar, pero eso no es ser fuerte. Tal vez sea luchadora. La vida no siempre me ha regalado flores, hace algún tiempo me lanzó demasiadas espinas, las cuales, aún me pregunto cómo, supe transformar en rosas. Vivir es como hacer una tarea que no entiendes. Una tarea difícil que nadie sabe hacer del todo bien.

He aprendido a diferenciar entre amigo y compañero. A los amigos los cuento con los dedos de una mano (y aún así me siguen sobrando dedos), pero los que tengo son verdaderos, por tanto, son suficientes. Compañeros tengo demasiados, quizás de sobra.

Sé que aún me queda mucha vida por vivir, pero ya tengo las ideas muy claras. Sé lo que quiero y voy a por ello. Si me equivoco, aprendo. Si el camino que he elegido no es el adecuado, trazaré otro y empezaré de nuevo. Supongo que tampoco está tan mal eso de volver a empezar de cero.

Puedo aparentar la persona más fría del mundo. Me cuesta expresar lo que siento hacia los demás y a veces parece que todo el mundo me da igual. Pero no es así, de verdad. Lo que pasa es que nunca he sido capaz de decir un "te quiero" a la cara. Suelo tragarme todo lo que siento, hasta que reviento.

Mi mayor sueño es la escritura. Sólo yo sé lo que siento al escribir, sólo yo sé por qué ansío alcanzar ese sueño, sólo yo sé el por qué de todos mis porqués. Llevo seis años gritando palabras en silencio, derramando en hojas todo lo que nunca me atreví a decir. Desde muy pequeña quise, y a la vez sin querer, sentarme a escribir mi vida, preguntándome por qué había llegado hasta donde me encontraba, intentando comprender por qué todo estaba tan distinto a como me imaginaba. Aún me duele recordar aquel momento en el que las letras fueron mi mejor argumento para desaparecer por un tiempo del mundo que estaba viendo. Pero prefiero no recordar nada más. No puedo hurgar en mi pasado sin llorar, no lo puedo evitar. Todavía conservo heridas sin cicatrizar. Todavía necesito la escritura para consolar mis lágrimas desconsoladas. Escribir es todo lo que necesito para poder seguir hacia delante, y para poder superar lo que ha quedado atrás.

Soy así porque la vida me ha hecho serlo. Mi historia ha formado todo lo que soy ahora. En resumen, soy una poca cosa que, si siente dolor, se calla y sonríe, aunque por dentro esté rota., aunque se sienta una idiota.















miércoles, 18 de septiembre de 2013

Nunca es tarde, si la dicha es buena.

Un día te levantas y lo ves todo al revés, abres la ventana y, a pesar de ver el sol brillar, crees que llueve, que no hay razones para continuar. Sientes que no vales nada, que no te valoran, y que los que sí lo hacen es porque están locos. Piensas que tus sueños son sólo sueños, y jamás se harán realidad, por ello pasas de luchar y te quedas, una vez más, sentado en el sofá, dejando que la vida haga contigo lo que le dé la gana. Nada te motiva, no haces lo que realmente quieres por miedo a lo que dirán los demás, finges estar bien cuando sabes que no lo estás, y por fuera sonríes, mientras por dentro únicamente quieres llorar. Te convences de que tu vida es una mierda, de que tú eres una mierda; de que todos los que te rodean son felices y alcanzarán sus sueños, y tú no. Temes exponer lo que piensas, porque crees que todo lo que dices son tonterías. Te quedas callado, con ganas de gritar, pero callado. Necesitas desahogarte y piensas que no tienes a nadie a tu lado, entonces te derrumbas aún más. Intentas levantar la cabeza, pero cada vez que lo haces te das cuenta de que todo está cada vez más negro, y la vuelves a bajar, sin hacer nada para mejorar...

Si algún día te levantas pensando así, no es porque tu vida sea una auténtica chapuza, lo que pasa es que las cosas no mejoran por sí solas, eres tú quien tiene que mejorarlas. Tú tienes que aprender, poco a poco, a valorarte y a alejarte de las personas que sabes no lo hacen, aunque a veces duela. Siempre hay razones para seguir adelante, sólo tienes que salir a buscarlas y no quedarte en casa creyendo que no puedes hacer nada, porque sí puedes, si quieres, puedes. No eres una mierda, puedes verte rodeado de mierda, pero tú nunca serás una mierda. Eres una persona como cualquier otra, y mereces todo lo que tengas y quieras conseguir en la vida. Tus sueños no son imposibles, así que cree en ti y comienza a luchar, verás que lo consigues, tarde o temprano, lo conseguirás. Todo llega a su tiempo, aunque a veces parezca que el tiempo venga de rodillas. Demuéstrate a ti mismo, y demuestra a los que no quisieron creer en ti y te dijeron que no lo lograrías, que pudiste lograrlo. No te lleves por lo que digan los demás, es tu vida, eres tú quien se encarga de ella, así que haz todo lo que creas conveniente hacer. No te quedes en el sofá, dejando el tiempo pasar. Levántate, no una, ni dos, ni tres veces, sino todas las que sean necesarias, hasta conseguir tus objetivos. La recompensa va a ser mayor que el dolor de las caídas. Sonríe, sonríe por encima de todo. Llorar no sirve de nada, asúmelo. Di todo lo que tengas que decir, no te tragues palabras, porque llegará un momento en el que explotarás, y decirlas todas juntas va a ser peor. Plantea soluciones a tus problemas, sabes que puedes solicionarlos. No estás solo, lo que pasa es que, para ver qué y quiénes te rodean, antes tienes que levantar la cabeza. Así que levántala y mira. ¿Ves el sol, ahora? Ahí está todos los días, para alumbrarte el camino, aunque creas que llueva. Puedes tropezar, toda vereda tiene trazos pedregosos, sobretodo la de la vida, pero en un tropiezo no acaba el camino. Levántate y continúa. No mires atrás, piensa que si cenicienta hubiese vuelto a por su zapato, nunca hubiera conocido a su príncipe. En la vida no hay malos momentos, sino rachas en las que te toca luchar para mejorar lo que tú mismo sabes que va mal. Son en esas rachas en las que te desanimas, en las que, desde que te ves en un pequeño abismo, ya quieres darlo todo por perdido. Y es ahí, precisamente, donde queda prohibido rendirse. Todos podemos tener malos días, malas rachas, pero nunca mala vida. ¿Acaso la vida acaba en un mal día? Todo se supera. Cuando abras la ventana, procura mirar al sol antes de cerrarla. Valora cada día lo que haces, lo que eres y lo que tienes, aunque creas que ya lo haces, siempre te quedará algo por valorar. Tus sueños pueden resultar tonterías para los demás, pero si para ti significan algo, lo que sea, ¿qué más da lo que digan? ¿Qué más da lo que piensen? Espabila, que la vida es maravillosa, sólo tienes que luchar, reflexionar, y pararte a pensar en qué tienes que hacer para encontrar sus maravillas. Nunca te rindas.

Nada en la vida es fácil de conseguir. Hemos crecido con la idea de que las cosas se consiguen rápido. Y no es así. Tal vez por ello nos rindamos a la primera de cambio y nos sintamos mal cuando algo nos sale mal. Todo llega, tarde o temprano, pero llega. Recordemos que nunca es tarde, si la dicha es buena.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Vuelvo a echarte de menos sin querer y queriendo a la vez.

Quiero enterrar este dolor, que no sé dónde está, pero puedo alcanzar a sentirlo muy hondo justo en ese momento en el que te encuentro. Quiero y necesito olvidarte, pero cuanto más trato de hacerlo, con más fuerza te recuerdo. Y así es imposible, es como querer formar un océano con bloques y cemento. No entiendo por qué te has convertido en alguien tan grande e importante para mí. Le he dado tantas vueltas a esto que siento, intentando comprenderlo... Pero siempre acabo mareada y volviendo a echarte en falta. Extrañarte es ilógico, pues nunca te tuve. Quizás sea eso lo que me duela: haber perdido a alguien que nunca tuve y siempre quise tener. A veces, duele más perder algo que nunca se tuvo, que perder algo que se ha tenido toda la vida.

Dijiste que nos volveríamos a ver, pero el tiempo continúa transcurriendo, y tú aún no estás. Me desespera esta espera. Me destroza tu ausencia. Sé que aún puedo contar contigo, que siempre me ayudarás cuando te pida ayuda, que puedo confiar en ti al igual que tú en mí... Pero, en el fondo, sé que te perdí, a pesar de que nunca te encontré. Y duele. Que todo esté tan frío y distante, duele.

Actualmente, mi vida está pasando por una excelente racha. Eres tú quien falta para completarla, para sacarme todas aquellas sonrisas que me sacabas diariamente... Necesito volver a vivir todos los momentos que viví contigo. Y ojalá pudieras estar aquí de nuevo, ojalá todo volviera a empezar de cero...

lunes, 9 de septiembre de 2013

No es fácil continuar hacia delante, sin dejar de mirar atrás, y menos sabiendo que en el camino se han quedado muchos recuerdos que ya nunca volverán. Veo como todo se complica cada vez más, y personas las cuales creí que jamás se iban a ir, ya las he visto marchar. Grandes amistades se han convertido en simples conocidos. Y duele, a mí me duele...

No entiendo por qué todos están tan distintos. Es cierto que la adolescencia nos hace cambiar, pero somos nosotros los que decidimos si cambiar a mejor o a peor. Estoy un poco harta de ver y oír tonterías por todas partes. No se cansan de decirme que soy rara y aburrida. Y sí, tal vez tengan razón. Pero no voy a cambiar, pues a pesar de no saber exactamente lo que soy, me siento bien siendo así como quiera que sea. Ya sé que nunca se me ve por las fiestas, que soy muy reservada, que casi siempre estoy callada... ¿Y qué? Prefiero un libro, antes que un móvil. Me gusta estudiar y aprender. Puedo pasarme tardes enteras leyendo o escribiendo. No cuento nada a nadie, ni de mí, ni de lo que sepa de los demás... ¿Y qué? Creo que, a pesar de todo, soy persona como todos, con defectos y virtudes. ¿O no?

Ojalá pudieran entender lo que siento cuando veo que lo único que hacen es reírse conmigo, pero también de mí. Cuando me utilizan y me vuelven a tirar como quien tira un papel a la papelera, y yo soy tan gilipollas que continúo estando ahí, queriendo ayudar a todo el mundo, e intentando que nadie se entere de lo que es la soledad, porque sé que es muy jodida, casi tanto como la distancia. Ojalá alguno pudiese ponerse en mí lugar por un momento, antes de hablar gilipolleces. Ojalá sepan mi puta historia y lleguen a sentir lo que yo un día sentí. Tengo razones por las que soy lo que soy. Y no sé lo que ha pasado, lo único que sé es que, desde que pasó, nada ha vuelto a ser lo mismo.

Si no me aceptan, la puerta está ahí, abierta, para los que quieran salir y para los que quieran entrar. Lo único que pido es que no estén continuamente tocando el timbre y huyendo al mismo tiempo. Porque jode salir fuera, creyendo que hay alguien, y luego ver que sólo ha sido un engaño más. No sé si me explico. Es un poco complicado definir lo que siento aquí dentro. Es una mezcla de recuerdos, emociones y sentimientos. Es como un añoro, un vacío, aunque no sé exactamente lo que echo de menos. Tal vez sea algo que nunca he tenido. O tal vez sean personas que ya se han ido. Todo está tan distinto... Y no es nada fácil andar por un camino que cambia, cada dos por tres, las piedras de sitio.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Gotas de lluvia que fomentaron un amor.

Alcé el brazo, creyendo encontrarte al otro lado de la cama, buscando el abrazo que me dabas todas las mañanas. Pero hoy no estabas. Abrí los ojos, perpleja, acariciando las sábanas como si te estuviera contando los lunares de la espalda. Los rayos del sol se colaban por la ventana, y a pesar de ello, todo estaba oscuro y frío en aquel dormitorio repleto de recuerdos que se empeñaban en no salir de mi cerebro. Cuanto más trataba de olvidarte, con más fuerza te recordaba. Algo dentro de mí todavía me decía que te volvería a ver. Fue tan fugaz tu partida, y se me está haciendo tan lento tu olvido...

Intenté llenar tu ausencia a base de pentagramas, pero fue como querer formar un océano sin agua. Encendí la radio y no escuché otra canción que no fuese tu preferida: I don't want to miss a thing, de Aerosmith. ¿Te acuerdas? Fue esa canción la que sonó de fondo aquel día, lánguidamente, mientras llovía...

Nos cruzamos por la calle, en tu mirada encontré el cielo. Tus pupilas se clavaron en las mías, y yo sentí algo en el estómago mucho más fuerte que las mariposas. Era como un maremoto, huracán, o terremoto. El tiempo se detuvo en un segundo, y parecía que sólo estábamos tú y yo, hablando en silencio, esperando a ver quién de los dos se acercaba primero. 
Parecíamos adolescentes: callando lo que sentíamos y pensábamos, por miedo al rechazo o al conflicto. Tú ya te ibas y, por dentro, al verte marchar, todo se me partió en pedazos. 

Yo, atónita, resbalé en la acera y caí al suelo. Cuando levanté la cabeza, comprobé que habías retrocedido, que estabas allí para ayudarme a levantar. Me sonreíste. Te sonreí. Y, en aquel instante, abrazados bajo la lluvia, convertimos un "yo" y un "tú" en un "nosotros", con un intenso beso que ninguno de los dos quería acabar. Nos preguntábamos qué iba a pasar después de aquello. Nos sentíamos como desconocidos que se conocían muy bien. Era como si estuviésemos andando por caminos separados, pero sabiendo que nos íbamos a encontrar en algún cruce. 

Una caída que apenas duró segundos, creó un amor que permaneció intacto durante años, y cada vez aumentaba más. Pero te fuiste sin avisar, dejando una nota que decía: "Me voy. Te quiero, y te querré por encima de todo, siempre. Debí decirte que me iba, lo sé, pero ni yo mismo lo sabía. No creas que me voy de tu vida. Me voy, en general, de la vida. Estate tranquila y cuando llueva, no te asustes, sal a la calle, pues cada gota de lluvia caerá del cielo y ahí es donde estaré yo, o al menos eso me han hecho creer. Imagina que cada gota de lluvia que roza tu cuerpo, soy yo, acariciándote de nuevo. Ama a la lluvia tanto como me amas a mí. Gracias a ella formamos lo que seremos siempre: un gran amor, un amor capaz de resistir cualquier tormenta. Te quiero, te querré, hoy y todos los días. No digas nada después de leer estas palabras, sólo sonríe, por favor, no pierdas nunca tu sonrisa. Recuerda que con esa sonrisa, gracias a aquel instante en el que nos sonreímos, formamos un 'nosotros'. Hasta siempre".