jueves, 27 de septiembre de 2012

17 de octubre. Día Internacional de la pobreza.

Detengámonos un instante en el tiempo, para reflexionar sobre este absurdo mundo que nos rodea. Nuestros pies pisan en un mismo suelo, nuestra vida consiste en mantenernos de pie sobre una bola azul la cual no sabemos exactamente de dónde demonios ha salido. Nacimos en un mismo lugar, sin embargo somos de distinta procedencia. Todos los que estamos en este mundo luchamos para obtener una vida en condiciones y la mayoría de los que estamos aquí hemos conseguido vivir de la manera deseada, pero ¿Qué pasa con aquellos que no lo consiguen, porque ni siquiera tienen fuerza para intentarlo?

Siempre luchamos para alcanzar nuestros sueños, aunque nunca nos esforzamos lo suficiente y desde que vemos un pequeño atisbo de dificultad nos damos por vencidos. No, nada de esto debería de ser así. Si por débiles nos caemos, por fuertes nos levantamos y lo volvemos a intentar. Antes de rendirnos, seamos capaces de pensar en aquellas personas que luchan incluso sabiendo que no tienen ninguna posibilidad para alcanzar sus sueños; aquellas personas que lo han perdido todo, excepto la esperanza.

En ocasiones, no sabemos apreciar todo lo que tenemos. No nos damos cuenta de que tal vez, tenemos más de lo que realmente merecemos. Pedimos sin necesidad de tener más. Nos da pena darnos cuenta de que existen personas que no tienen comida, ni ropa, ni dinero; sin embargo, a los cinco minutos estamos en el centro comercial comprándonos una camisa que ni siquiera nos hace falta y comiéndonos un helado no por tener hambre, sino por consentirnos un capricho.

Seguro que durante nuestra vida hemos pasado por algún mal momento en el que hemos dicho "estoy harto de todo", pero nunca nos hemos dado cuenta de que hay personas pasándolo mucho peor. ¿De qué vamos a estar hartos nosotros? ¿De tener tanta comida en la cocina? ¿De tener tanta ropa en el armario? ¿De engordar en Navidad? ¿De que nos sobren motivos para sonreír? ¿De que tengamos una casa? ¿De tener el cerdito lleno de dinero y tengamos que romperlo porque no podemos depositar más monedas dentro de él? ¿De dormir siempre en la misma cama y bajo el mismo techo? Seamos realistas y pensemos que no podemos estar hartos de todo, porque sabemos que no nos falta de nada.

Parémonos a pensar y preguntémonos si de verdad sabemos lo que es pasarlo mal en la vida. Un mal momento no significa quedarse sin pilas en el mando de la televisión y tener que levantarse del sofá para cambiar de canal; tampoco es llegar a casa y encontrar un plato de potaje de verduras sobre la mesa; no es tener que pasar las tardes enteras estudiando o trabajando. Los malos momentos son aquellos en los que fallece algún miembro cercano y querido, en los que no se sabe qué hacer porque todo sale mal, en los que se tiene más ganas de llorar que de reír, en los que falta el dinero, el trabajo e incluso la comida, pero sobretodo, los malos momentos son aquellos en los que nos encontramos sin nada; en los que nos cuesta levantarnos de la cama cada día, ya que no tenemos nada para soportar la carrera del sobrevivir; son aquellos en los que no tenemos ninguna esperanza de vida y seguimos luchando para vivir; en los que soñamos con la felicidad y nos convencemos de que nunca la vamos a poder alcanzar; en los que sonreímos sin ningún motivo, intentando camuflar el dolor; en los que haríamos lo imposible para tener algo de comida sobre la mesa. Todo esto tiene un nombre: pobreza. ¿Acaso alguno de nosotros hemos pasado por esta situación? Estoy segura de que la mayoría del mundo no sabe lo que significa esa palabra, porque si de verdad lo supiéramos haríamos lo imposible para intentar borrarla del diccionario.

Es muy triste saber que unas personas tienen tanto y otras tienen tan poco. ¿Por qué todo el mundo no puede ser feliz y expresar una sonrisa sincera, sin dolor escondido? Entristece ver a niños inocentes pidiendo a gritos un poco de felicidad, mientras muchos otros viven en una felicidad diaria. Saber que existen personas que sienten miedo de abrir los ojos cada mañana, duele. No soporto esta situación. Nadie se merece despertar cada día sintiendo un inmenso dolor. Nadie merece quedarse sin un plato de comida, sin una pieza de ropa, sin una casa, sin nada.

Mientras nosotros estamos en el mundo, sonriendo sin dificultad, otras muchas personas que se encuentran situadas en este mismo lugar desean poder sonreír. Siempre solemos sentir dolor con mucha facilidad. Lloramos cada vez que nos sentimos agobiados, cansados de todo lo que nos rodea, añorando todo lo que apreciábamos y ya no se encuentra a nuestro lado, hartos de luchar y encontrar cada vez más dificultad de por medio. ¿Por qué somos tan débiles, si hay personas capaces de luchar en peores situaciones y sin ninguna posibilidad? ¿Por qué nos rendimos tan rápido? ¿Por qué nos derrumbamos tan fácilmente? ¿Por qué no luchamos para alcanzar todo lo que nos proponemos, si sabemos que tenemos posibilidades para ello?

En mi opinión, la vida es un auténtico lío. Aburre tener que levantarme cada día para hacer lo mismo que hice ayer y volveré a hacer mañana, es decir, luchar para sobrevivir. Tengo casi quince años. Odio crecer. Sé que no soy verdaderamente grande, pero ya soy capaz de ver la realidad y en esta me doy cuenta de que cada vez existe más pobreza extendida por el mundo y eso me hace sentir dolor. Siempre he intentado comprender a la vida, pero nunca me ha hablado claro. Y es que, nunca he entendido por qué esta regala flores a unos, mientras a otros les clava puñales. No sé por qué a unas personas les regala demasiada felicidad y a otras ni siquiera les deja alcanzarla. Creo que la vida no es tan maravillosa como me habían hecho creer...

Cuando era una niña infantil e inocente todo era genial y pensaba que los únicos problemas del mundo eran los de matemáticas, pero ahora he crecido y he madurado, así que con esto me he dado cuenta de que vivo encerrada en un mundo demasiado injusto. Quiero cambiar todo, quiero saltarme las reglas y sobrepasar los límites. Seamos libres, seamos iguales. No quiero que exista la riqueza, ni tampoco la pobreza. Sólo pido un poco de felicidad para todos; pido que podamos vivir todos de una misma manera; que podamos levantarnos de la cama con ánimos para luchar, con una inmensa y sincera sonrisa en nuestro rostro. No importa la raza, ni la procedencia, ni el color. Todo el mundo se merece la felicidad y no me entra en la cabeza por qué no todos podemos alcanzarla.



- Esto es pasar por un mal momento.


- Atrevámonos a quejarnos cuando tengamos sobre la mesa comida que no nos gusta.


- Si alguna vez nos hemos sentido derrotados, intentemos contar las veces que este niño ha caído y aún así, se ha vuelto a levantar y cada vez lo ha hecho con más fuerza.


- Un ejemplo a seguir adelante.


 - No todas las sonrisas expresan felicidad.


- No todos dormimos sobre una cama y bajo un techo.

¿Qué opinión puede haber respecto a estas fotografías? ¿Aún seguimos siendo capaces de quejarnos por tonterías, después de haber visto estas fotografías? Estoy harta, muy harta e indignada. Detesto escuchar quejarse a personas a las cuales no les falta de nada. Cuánto más tenemos, más queremos. Cuánto más felices somos, más nos quejamos. Nunca nos conformamos con lo que tenemos. Vivimos a la última moda y no nos damos cuenta de que todo es un maldito negocio. ¿Acaso no se puede vivir sin comprar un móvil, un ordenador, una televisión, una videoconsola y miles de objetos más que compramos sin necesidad?

Sinceramente, somos ignorantes. Vivimos en una competencia continua, compitiendo con las personas de nuestro alrededor y si estas se compraran el mundo entero, nosotros iríamos corriendo a hacer lo mismo. ¿Para qué? Para no sentirnos inferiores. La vida está para vivirla, no para comprarla, así que intentemos conformarnos con todo lo que tenemos. Si tenemos un móvil, no lo dejemos de utilizar para comprar otro más moderno. Y es que, debemos de pensar que hay personas que ni siquiera han tenido un mísero teléfono. Si tenemos ropa, no la tiremos para comprar otra más reciente. Sabemos que hay personas viviendo desnudas, sin abrigo para pasar el invierno. Dejemos de vivir preocupados por las críticas. Seamos lo que queramos ser, no lo que el mundo nos pide que seamos. Vivamos la vida cada uno a su manera. No perdamos más tiempo en luchar para conseguir esos zapatos nuevos que han salido a la venta, o esa camisa tan chula que está tanto a la moda. Luchemos para acabar con la pobreza y vivir en un mundo justo, donde todos seamos iguales, donde todos tengamos un techo, una cama, una sonrisa sincera, un plato de comida, un abrigo para calmar el frío, una familia, una compañía, un cariño, una vida feliz. Si aprendemos a no perder el tiempo, ganaremos segundos de vida.

Esta es mi opinión, esto es lo que pienso. Tal vez tenga razón, o tal vez no. Puede que ninguna de estas palabras que he escrito tengan sentido, pero ¿acaso el mundo lo tiene?

He leído en un periódico esta frase: El diecisiete de octubre se celebra el día Internacional de la pobreza. ¿Se celebra? ¿C-E-L-E-B-R-A-R? ¿Celebrar que miles de personas no tienen una vida en condiciones? ¿Celebrar que miles de personas viven en la calle, sin comida, sin una cama para dormir, sin un techo, sin un abrigo para calmar el frío? Somos una sociedad que nunca recuerda nada de la pobreza y de repente, zas, llega el diecisiete de octubre y nos da pena ver los documentales de todos los seres humanos que viven en la calle. Llega el diecisiete de octubre y todas las portadas hablan del mismo tema, es decir, de la pobreza. Luego, llega el dieciocho del mismo mes y nos volvemos a olvidar de lo que habíamos visto el día anterior. Nos sentimos muy apenados acerca de este tema, pero ¿por qué no somos capaces de mover un dedo para acabar con la pobreza? ¿Por qué sólo nos acordamos de los pobres una vez al año? ¿Hace falta un día señalado en el calendario para recordar que no todos somos felices y que no todos vivimos en unas buenas condiciones?

Hagamos de este día el comienzo de una lucha para destruirlo y borrarlo del calendario. No celebremos este día, ya que no es motivo de celebración. Acabemos con la pobreza. Marquemos un mismo destino sin caminos pedregosos. Luchemos para encaminar al mundo entero hacia la felicidad y encontrarnos allí, en un camino feliz; donde las lágrimas nunca valgan la pena, donde podamos expresar una sonrisa sincera.









jueves, 20 de septiembre de 2012

No merece la pena cambiar

Llega un determinado momento en la vida en el que todo se empieza a complicar cada vez más. A medida que pasa el tiempo, me voy dando cuenta de todo; de quiénes son las personas que me apoyan y quiénes son las que están a mi lado por interés; me voy dando cuenta de a quiénes debo creer y a quiénes no.

He creído en falsas promesas, en amistades que me prometieron un "para siempre" y de repente, se han ido. Últimamente, me siento como una imbécil. Soy la típica amiga que está siempre ahí para apoyar y ayudar, pero luego nadie está a mi lado. Lo he dado todo sin pedir nada a cambio. Me he ilusionado demasiado y todo se ha quedado en eso, en una mísera ilusión. Es cierto que el pasado me hizo daño y el presente me va dejando muchas heridas, pero sé que todo eso cicatrizará en el futuro. La vida es mi enemiga y por eso le sonrío, porque me gusta sonreír ante el enemigo.

Estoy convencida de que nadie sabe como soy. En ocasiones, tengo miedo de actuar de la manera que soy realmente. No me termino de aceptar y no entiendo por qué. No creo en mí. No me fío ni de mi sombra. Me cuesta pedir ayuda. Intento resolver mis problemas sola. Me sobra autonomía. No me gusta molestar a nadie para contarle mis penas, porque si de verdad el importo a alguien, ese alguien sabe cuando estoy bien y cuando necesito un hombro para llorar, así que prefiero que se acerquen a mí sin la necesidad de decir nada. Soy muy sonriente y siempre me han tomado como alguien feliz, pero no es así. Mi sonrisa nunca desaparecerá, pero eso no significa la ausencia de problemas, sino la habilidad de sonreír por encima de ellos. Soy perfectamente imperfecta. Puede que mis defectos sean también mis virtudes, o que mis virtudes sean mis defectos. Nadie es perfecto, ¿por qué lo iba a ser yo?

La vida tiene diferentes etapas. En la infancia, parece que todo funciona; el mundo es maravilloso; no existen los problemas. En la adolescencia, etapa en la que me encuentro, me he dado cuenta de que no todo es felicidad. Existen los problemas y ante ellos debo de mantener una actitud positiva, de lo contrario todo podría salir peor. Esta es la etapa en la que maduro. Sé que la vida no es fácil. El tiempo va complicándolo todo, pero nada puede ser imposible si sé la manera correcta de actuar. Lo difícil sólo cuesta un poco más. Me considero como ese tipo de persona que ha tenido las cosas bastante claras. Puede que haya madurado antes de tiempo, la verdad es que lo agradezco. No me gustaría la idea de ser igual que todos los adolescentes de mi edad. Soy incapaz de llevarme bien con una persona de mi edad, dado que pensamos de una manera totalmente diferente. Todas mis amistades son mucho mayores que yo. Aquellos de mi edad ya sólo son unos simples compañeros. He aguantado muchas malas críticas hacia mi persona, pero aquí sigo y seguiré, sin cambiar lo que soy. Hablando de todo, me tengo que ir a danza dentro de muy poco, así que será mejor que escriba breve y precisa. No me gusta la idea de vivir dependiendo de dos agujas que no paran de moverse. Detesto las horas, el reloj, el tiempo.

Para acabar, quiero señalar todo lo que nunca he sido y me gustaría ser. Primeramente, siempre he sido muy tímida y tal vez por ello he dejado escapar demasiadas oportunidades. También me gustaría ser más segura de mí misma. No me gusta encariñarme tan rápido con las personas, pero siempre acabo cogiéndole cariño a toda aquella persona que me muestra aprecio, aunque a veces todo se queda en una falsa mentira. Ayudo a todo el mundo y luego, zas, llega el puñal. Quiero actuar de una manera más dura. No me gusta ser tan débil, aunque sé cuando debo mantenerme fuerte. Si me equivoco, aprendo. Si me caigo, me levanto. Si lloro, sonrío a la vez. Si sufro, me callo. Me gustaría poder mostrar mi dolor. Sonrío todos los días y la mayoría de ellos no me siento bien. No sé si eso de sonreír es una virtud o un defecto. Todo depende del momento y la situación. Sólo sé que no voy a cambiar mi forma de ser. Quién no sepa aceptarme como soy,  adiós. Quién me acepta, bienvenido. 

miércoles, 12 de septiembre de 2012

No sabemos apreciar lo que tenemos, hasta que lo perdemos.


A veces, ¿No has llegado ha echar de menos a aquella persona que un día echaste de más? ¿No has sentido que no supiste comportarte de la manera adecuada con esa persona que tanto extrañas? ¿No te pasas el día suplicando que vuelva esa persona o pensando en esa misma? Cuándo el mundo se te echa encima, ¿No extrañas a aquella persona que te hacía sonreír en los peores momentos? Cuándo pasas por un buen momento, ¿No sientes la necesidad de compartirlo con esa persona?

En ocasiones, nos comportamos como imbéciles. Cada vez que tenemos a una gran persona a nuestro lado nunca la sabemos apreciar, hasta que la perdemos y es ahí cuándo nos duele, cuándo lloramos deseando retroceder el tiempo y empezar todo de nuevo.

Después de haber visto marchar a la persona tan especial, es cuando sentimos que desaprovechamos el tiempo, porque estábamos convencidos de que ella siempre iba a estar a nuestro lado, pero lo que nunca llegábamos a imaginar es que la distancia llegaría y se la llevaría enredada entre sus brazos.

Buscamos consuelo por todas partes, buscamos motivos para sonreír incluso sabiendo que no tenemos cerca a la persona que nos sacaba esa sonrisa tonta todos los días. Sabemos que no nos sentimos bien, pero somos tan retorcidos de no querer demostrarlo. Vivimos cada día pendientes del tiempo, esperando a que este mismo nos devuelva lo que un día nos quitó. Nuestra mente piensa que no nos hace falta esa persona para vivir, pero nuestro corazón pide a gritos que regrese. Queremos olvidarnos de ella, pero no paramos de recordarla. Sonreímos al recordar los buenos momentos que pasamos junto a ella y lloramos al saber que   todo se ha quedado en un pasado. Y es que, nunca hemos sabido apreciar lo que tenemos, hasta que lo perdemos.

¿Te vas por lo que soy, o por lo que nunca fui?






martes, 11 de septiembre de 2012

Una herida incapaz de cicatrizar.

Ya hace varios días que no me he parado por aquí a escribir y no ha sido por falta de tiempo, ni por problemas con Internet, no, esta vez ha sido por falta de expresión. No sé como expresar este punto en el que me encuentro. No sé si estoy bien, o si se me cae el mundo encima.

Nada me sale bien y cuando pienso que todo comienza a funcionar, zas, se derrumba todo de nuevo. Me siento hundida bajo las sombras del pasado. Mi vida se ha vestido de negro, pero siempre sobresale ese vestido de colores que me hace sonreír por fuera, mientras las lágrimas me ahogan por dentro. No hay un día en el que la vida no me plante un motivo para llorar. Sigo sin entender nada de esta situación. ¿Qué puedo hacer, si todo me sale del revés?

Noto que todo ha cambiado. Ya no me rodean las mismas personas de siempre. Hay algo que se ha movido de lugar y no entiendo por qué. Me siento sola. No confío en nadie, porque sé que nadie sería capaz de entenderme. Me han traicionado tantas veces, que ya no soy capaz de arriesgar. Sé que el que no arriesga no gana, pero me he dado cuenta de que nunca podré ganar, ni siquiera arriesgando, así que prefiero quedarme encerrada entre los brazos del silencio.

No creo en palabras, creo en echos. A mí no me vale leer un "te quiero mucho", ni un "estaré aquí para todo", no, todo eso ya ha acabado. He creído demasiado en palabras que nunca he visto convertidas en echos, así que aquí acaba todo. He quemado en un rincón de mi corazón  todas las palabras que nunca fueron demostradas.

Sí, digan lo que digan, sí estoy sola. Puede que en los buenos momentos tenga a miles de personas a mi lado, pero ¿quién está aquí cuándo necesito llorar? ¿quién está aquí para escucharme? ¿quién está aquí para calmar mi dolor? Me cuesta confiar en alguien y todo por culpa del pasado, ya que ha sido él quién me ha formado estas dudas, este miedo a seguir adelante.

En este mismo instante, estoy llorando. No sé exactamente lo que expresan mis lágrimas. Quizás sean de añoro, o quizás de emoción, o también pueden ser de dolor. No me entiendo ni yo. No soporto esta situación. Me siento desesperada. Siento impotencia y desilusión. Sinceramente, quiero desaparecer de este doloroso mundo. La vida juega en mi contra y siempre me toca perder. Estoy muy harta de pasar todos los días por la misma situación y nunca encontrar una solución. No seré la mejor persona del mundo, pero creo que no me merezco nada de esto tan cruel que la vida me está trayendo cada día...

Esta herida me la había echo el pasado y pensé que el presente había lograrlo curarla, pero veo que es incapaz de cicatrizar.