martes, 31 de julio de 2012

901 Fácil de escribir, difícil de explicar.

Desde el primer momento sentí que algo raro se movía en mi interior cada vez que te miraba, pero no quise darle importancia. Poco a poco, me daba cuenta de que ya no eras alguien conocido, sino un gran amigo; un amigo que me enseñaba a aprender.

Pasaba el tiempo y cada vez aumentaban más mis sentimientos hacia ti. Sabía que ya no era solamente aprecio lo que sentía hacia tu persona; sentía algo más profundo, imposible de describir. No podía sacarte de mi mente. Adoraba tus ojos, tu sonrisa, tu mirada. Oírte reír a carcajadas era como oír el sonido del mar. Mirarte a los ojos era como ir subiendo poco a poco hacia las nubes.

Todo se me fue de las manos y cada día ibas ocupando cada hueco vacío de mi corazón, hasta que lo llegaste a ocupar por completo, entonces fue ahí cuando me dí cuenta de que me había equivocado. No podía controlar la situación, tampoco podía controlar mi corazón. Mientras mi mente me decía "olvídate de él", mi corazón gritaba "sabes que es imposible olvidarle, es muy profundo lo que sientes". Estaba desesperada. Era imposible poner mi mente de acuerdo con mi corazón y siempre entraban en una descabellada discusión.

No podía verte, pero tampoco podía vivir sin ti. Te convertiste en mi único amigo, en una gran persona. Gran parte de mi sonrisa siempre era gracias a ti. Adoraba cada palabra que salía de tu boca. Tu aroma me hacía viajar como una burbuja de jabón que sube lentamente hacia el cielo. Tu manera de defenderme conseguía que diera saltos de alegría cada vez que recordaba lo que habías hecho por mí. Esa manera de hablarnos con una mirada me volvía loca. La sonrisa que juntos formábamos era preciosa. Verte enfadado conmigo me partía en pedazos, pero te seguía amando con cada uno de mis pedacitos.

Sabía que tenías que irte, por eso intentaba aprovechar cada segundo que pasaba a tu lado, pero no fue fácil y creo que no supe aprovechar el tiempo. Siempre estaba distanciada de ti, me comportaba de una manera muy fría contigo, pero es que no sabía como actuar. Era algo increíble. Era verte y comenzar a temblar; era tenerte cerca y comenzar a perder el sentido, por eso nunca supe qué decirte y solamente fui capaz de sonreírte.

Intenté demostrarte lo que llevaba dentro de mi interior, pero sé que nunca lo llegaste a entender. Pensaste que sólo era una niña que te tenía mucho cariño como a todos mis amigos, pero no era esa la situación. Y es que, sentía mucho miedo de lo que pudiese ocurrir entre nosotros. No sabía como reaccionarías ante el momento en el que te confesase lo que sentía, pero preferí callarme, ya que encontré muchas posibilidades de que todo empeorara entre nosotros.

No me preguntes qué fue lo que me hizo sentir todo esto que ahora mismo siento hacia ti, porque ni siquiera yo lo sé. Tal vez, hayan sido tus virtudes o tal vez, tus defectos, pero, sea lo que sea, me encantas.

Te he agradecido millones de veces todo lo que me has enseñado, todos los momentos en los que estuviste ahí intentando apoyarme, pero nunca fui capaz de darte las gracias por haber aparecido en mi vida. Si supieras que fuiste la única persona que se acercó a mi lado para preguntarme "¿Qué te ocurre?" cuándo veías que mi sonrisa desaparecía; si superas que solamente tú sabías cuándo estaba bien y cuándo necesitaba un hombro para llorar; si supieras que fuiste tú el único que logró sacarme esa sonrisa en los peores momentos; si supieras todo esto que siento y todo lo que te extraño...

Sé que debo sacarte de mi mente, pero de nada me sirve sacarte de ahí, si no puedo sacarte de mi corazón. Todo me recuerda a ti.  Estás en toda letra de las canciones que escucho. No pasa un día en el que no piense en tu nombre, en tu sonrisa, en tu mirada o en los momentos a tu lado.

No sé lo que me trajo a esta situación; la situación en la que comienzo a desesperarme, porque veo que los días pasan y no te veo; en la que lloro, porque siento miedo de no volver a verte; en la que siento miedo de que estés cerca de mí, pero a la vez tan lejos.

Te necesito aquí, aquí conmigo. Sólo tú sabes comprenderme, sabes estar a mi lado, sabes demostrarme que te importo, sabes enseñarme, aconsejarme, apoyarme, ayudarme, secarme las lágrimas y sacarme múltiples sonrisas.

He pensado en que, tal vez, tú ni siquiera me recuerdes y eso me hace daño, pero también cabe la posibilidad de que no me hayas olvidado, por eso no he dejado de sonreír. Por cierto, siempre que lloro recuerdo tus palabras; aquellas que decían que no te gustaba nada ver mi sonrisa perdida, por eso intento sonreír, mientras una lágrima se resbala sobre mi mejilla.

Lo mejor que pudiese hacer ahora sería pasar página, pero creo que lo mejor sería cambiar de libro, aunque yo no haré ninguna de esas dos cosas. No quiero pasar página, porque me entretiene la que estoy leyendo y tampoco quiero cambiar de historia, porque tú eres el protagonista de la que estoy leyendo y este libro no lo cambiaría por nada del mundo.

¿Recuerdas que un día te dije que eras grande, muy grande? Pues nunca lo olvides, porque siempre estaré convencida de que eres una grandísima persona. La distancia no va a hacer que te olvide, dado que unos malditos kilómetros no van a destruir toda esta explosión de sentimientos, momentos, sonrisas y lágrimas que he vivido a tu lado.

Seguro que nunca llegarás a leer estas palabras que acabo de escribir y si las lees sé que no te vas a sentir identificado en ellas, porque no tienes ni idea de todo esto que me has hecho sentir. El dueño de estas palabras eres tú. El dueño de mi corazón también eres tú, así que espero que no me lo destroces. Eres increíble. Te quiero. Quiero olvidarte, pero para siempre recordarte.



Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Nadie podrá sustituirte, te lo prometo. Siempre significarás una gran parte de mi corazón, un gran motivo de mi sonrisa. Pues eso, que eres la mejor persona del mundo y te deseo lo mejor en todo. BSS. 220612. No fue un adiós, será un hasta siempre.








martes, 24 de julio de 2012

Un interior escrito.

Me considero como una maniática del orden. Soy poca cosa. Busco la perfección en todo y sé que no existe. Soy muy patosa y casi todo se me cae al suelo. También soy muy torpe para dibujar; nunca me ha salido una estrella recta. Me río con facilidad y me cuesta mucho llorar, pero cuando lo hago no puedo parar. Le sonrío a la vida aunque esta no me sonría y si me sonríe pues sonreímos juntas. Me enamoro de las virtudes, pero también de los defectos. No busco nada, prefiero que todo llegue por sorpresa. Adoro la música y me encanta bailar. Me han hecho daño, me han clavado puñales y he dejado que me utilicen, pero aquí estoy; aprendiendo de mis errores. Me han dicho miles de te quiero, pero muy pocas personas me lo han sabido demostrar. Cuento los amigos de verdad con los dedos de una mano y aún así me siguen sobrando dedos. No me fio ni de mi sombra. Cuando lo hago todo al revés es cuando me sale todo bien. Odio ducharme con agua fría, soy muy friolera. Tiemblo con facilidad, sobretodo por amor y cuando veo que él se acerca el corazón se me acelera, mi cuerpo se tambalea como si de estar borracha se tratase. Muchas veces me siento como una mierda pisoteada encima de una asquerosa acera, pero me sienta como me sienta, nunca dejo de sonreír. Creo en el amor, pero en el verdadero, ese que me saca una sonrisilla tonta y sin motivos cada vez que pienso en una persona, esa persona, la más especial. Odio la falsedad y cada día me doy cuenta de que es la enfermedad más extendida por el mundo. Me preocupan todos los problemas de mi gente, pero nunca le doy importancia a los míos. No me entiendo ni yo, a veces ni la música me entiende. Intento vivir un sueño y no soñar mi vida. Hago miles de tonterías por amor. Soy una imbécil. Me encariño demasiado rápido con las personas y luego, zas, llega el puñal y me toca sufrir a mí, mientras otras personas se ríen de mi dolor. En algunos momentos no quiero ver a nadie, pero tampoco quiero estar sola. Cuando cierro los ojos se acercan los suyos, su mirada se cruza con la mía, sus caricias me encierran en una cárcel de la que no quiero volver a salir, sus labios rozan los míos, mi sonrisa se refleja en sus pupilas. Luego, vuelvo a abrirlos y me encuentro con la puta realidad, entonces es ahí cuando más me duele. Nunca he sido rebelde, pero cuando me rebelo no hay quién me aguante. Soy muy simpática y cariñosa, pero a veces un poco pesada. Intento hacer sonreír a todo el mundo, por eso soy un poco payasa. Odio el tiempo y no soporto escuchar el absurdo tic-tac del reloj que me indica que el tiempo está pasando y todo sigue igual. Mi cabeza se hace un lío fácilmente, pero soy muy ágil para volverla a ordenar. Me gusta aprender, pero reconozco que detesto equivocarme, aunque aprendo mucho de mis errores. No tengo claro lo que es el amor y muchas veces me han roto el corazón, pero yo me he vuelto a enamorar con cada uno de los pedacitos. Siempre me enamoro de la persona menos indicada, pero de la más especial, aquella que me ha apoyado siempre. Me encanta reír y mi sonrisa va dedicada a muchas personas, especialmente a una que sé que no le gusta nada que la pierda. Me encanta la primavera, porque las flores decoran este triste mundo en el que vivimos. Nunca he sido capaz de expresar lo que pienso o siento. Ya no sé si el mundo está al revés o soy yo la que está cabeza abajo. Creo en el destino, pero no me preocupo en encontrarlo. Perdono, pero nunca olvido. Me levanto, aunque vuelva a caer. Me río de mis defectos y adoro mis virtudes. Sí, me importa lo que digan de mí, pero nunca le doy importancia. Me cuesta reconocer mis errores. Soy muy cabezota. En algunas ocasiones soy muy orgullosa, pero en otras muchas me trago el orgullo. No soy rencorosa, solamente sé diferenciar los momentos en los que debo perdonar y en cuáles no. Me preocupo demasiado por el futuro. no vivo lo suficiente el presente y nunca olvido el pasado. Me dan miedo muchas cosas, en especial la vida, porque tiene muchas sorpresas bonitas, pero también demasiadas desagradables. No soy capaz de pasar una tarde entera estudiando, pero sí una noche. Me preocupan los exámenes y me pongo muy nerviosa cuando se me acumulan, pero al final me suelen salir todos bien. Me cuesta pedir ayuda. Siempre intento hacerlo todo por mí misma. Me considero una adolescente, pero no soy de esas que se creen las mejores, de las que se vuelven rebeldes, de las que buscan un novio ansiosas, no, yo no soy de esas. Yo prefiero sentirme a un nivel igual que todas las personas o incluso por debajo de todo el mundo. La rebeldía no lleva a ninguna parte, por eso la dejo siempre de lado. Yo no busco el amor, sé que si no viene es porque no lo necesito. Me encanta pasar las tardes sola en casa, con la música a tope y encerrada en mis pensamientos. Siempre necesito hacer deporte para sentirme bien. Cada vez que tengo tiempo libre me voy sola por ahí a hacer un poco de ejercicio. En muchos momentos me he encontrado perdida entre tanta gente. Mi retorcida mente ha pensado en varias ocasiones que no le importo a nadie. Tengo muchos sueños por cumplir, pero reconozco que nunca me he esforzado lo suficiente por hacerlos realidad. Soy muy perezosa, también muy vergonzosa. Me sonrojo con mucha facilidad y me extrañaría mucho que mis mejillas no estuviesen rojas durante todo el día. Siempre que me quedo sola en casa hago muchas locuras; invento coreografías, salto sobre mi cama, devoro el cajón de las galletas, miro fotografías antiguas o espío a mis vecinos por la ventana. Sí, la soledad me vuelve muy loca y puede que mi cabeza contenga un poco de locura, pero la vida también está muy loca, así que no me preocupo. Adoro a Adolfo Cabrales Mato y no creo en los milagros, pero ojalá que un día pueda conocer a este chaval en persona; sé que es muy grande y no me refiero a su estatura. Suspiro cuando no sé qué hacer con mi vida. Odio mi voz. Guardo muchos secretos que la vida me ha confesado. No creo en Dios, ya que nunca lo he visto; aunque he de reconocer que cuando necesito ayuda y no tengo a nadie siempre le rezo para que me ayude. Puede que me haya comportado como una interesada, pero estoy segura de que no me quedaba otro remedio. No estoy segura de que exista la felicidad, dado que sé que nadie en este jodido mundo es feliz con lo que tiene. Reconozco que no soy conformista. Siempre pido sin saber apreciar lo que tengo. Soy optimista, pero también pesimista. Detesto la política y estoy segura de que es ella la que acabará con todo. Nunca he entendido por qué hemos puesto normas y queremos que todo el mundo sea libre. No soy racista. Odio a las chonis, pero nunca hablo mal de ellas; sé que cada uno es como es. No me gusta criticar, pero en algunos momentos lo he hecho. Busco cualquier excusa para hablar con esa persona que pinta mi vida de color. Adoro el chocolate, también la crema de verduras. No tengo claro lo que quiero ser de mayor, pero sé que me encanta escribir y no estaría mal la idea de ser escritora. Leo en la playa. Odio el calor y también el frío. No me gusta el viento, porque es muy ruidoso y siempre me despierta entrando por mi ventana. El verano se me hace eterno, pero no quiero que se acabe. No me gusta ver la televisión, ya que cada vez que la veo me entero de alguna desgracia. Solamente veo "Aquí no hay quién viva", porque es la serie más parecida a la realidad en una comunidad de vecinos. Obedezco todas las órdenes, aunque a veces no quiera hacerlo. Me cuesta decir que no, por eso muchas veces me toman como una imbécil. Detesto la telebasura, es decir, telecinco. No puedo dormir sin antes escuchar música. No soy perfecta, nadie lo es. Odio que me hablen personas a través de las redes sociales y luego me encuentran por la calle y ni siquiera me saludan. Soy muy sincera, porque la verdad hace daño, pero una mentira descubierta lo hace más. Me gusta pintarme las uñas de colores chillones. Me encantan los colores alegres y todas mis libretas están llenas de colores distintos. Siempre me busco, pero nunca me encuentro. Haga lo que haga, siempre estoy despeinada. Aprecio mucho a mi perro, porque se ha convertido en una gran parte de mi ser, ya que siempre logra sacarme una sonrisa con sus extrañas ocurrencias. Adoro a toda persona que logra sacarme una sonrisa no solo en los buenos momentos, sino también en los malos. Cuando no tengo un hombro para llorar me apoyo sobre mi almohada. Cierro los ojos y todo es perfecto y no sé cómo ni por qué cojones los vuelvo a abrir. No me gusta dormir. Me cuesta muy poco madrugar. Me pone muy nerviosa el ladrido del perro de mi vecina. Me cuesta mucho confiar en alguien. Todos los días recuerdo a la misma persona. Quiero conocer a mi abuelo, que en paz descanse. Mi abuela lo es todo en mi vida y no sé lo que sería de mí sin ella. Perdí a mis amigos de la infancia; ya ni siquiera me saludan y nunca he entendido por qué se han distanciado tanto de mí. El latido de mi corazón me saca de mis casillas, sobretodo cuando se acelera. Me encanta ir de compras, pero casi nunca compro nada. Sé que nada es para siempre. También sé que existe la palabra imposible, aunque me hayan dicho que nada es imposible. No soporto que me mientan; tampoco que me describan como alguien que no soy. Suelo caer mal a primera vista, por eso me gusta que me conozcan antes de hablar mal de mí. No soy antipática, simplemente sé con quiénes debo reír y con quiénes debo permanecer seria. No me vale leer un te quiero, prefiero que me lo demuestren sin la necesidad de decírmelo. Cuando hablo con alguien, siempre tengo la manía de mirarle a los ojos. Me muerdo la lengua cuando quiero hablar y sé que no puedo. Presiono los dientes cuando algo me da mucha rabia, pero no lo puedo demostrar. Me gusta el fútbol y de pequeña practicaba mucho este deporte. Me gusta ver documentales por televisión. Detesto leer un texto con más de diez faltas de ortografía. No soporto ver una palabra que va acentuada sin tilde. Me cuesta mucho empezar a leer un libro, pero cuando empiezo me cuesta parar de leer. Descargo mucha música  todos los días. Si me encanta una canción, la escucho una y otra vez, hasta que al final la aborrezco. Me gusta arrastrar la cesta del supermercado, pero no me gusta arrastrar el carrito, ya que siempre pesa. No me gusta esperar en una cola de más de cinco personas. Cuando estoy nerviosa me entra un ataque de risa; al igual que cuando tengo miedo. He pasado noches enteras soñando, luego despierto y nunca recuerdo mis sueños. No me gusta el sonido de los mosquitos revoloteando al lado de mi oído. Me dan fobia las arañas, pero soy incapaz de matarlas. Me encanta hacer trabajos sola para el instituto, pero me da rabia que lo tenga que hacer con un compañero de clase y este no me ayude en nada. Odio el reggaeteon. Adoro el rock. Me encanta el pop. Soy muy insegura. Me hacen dudar con facilidad. Me dan miedo las noches oscuras en las que solamente se alcanza a oír el canto de los grillos. Soy zurda. Soy muy torpe con la mano derecha y con el pie de la misma también. Necesito escribir mi historia para poder recordarla. No soporto el escándalo que provoca la vajilla cuando choca contra el suelo. Me gusta el sol, sin embargo siempre busco sombra cuando él sale. Cuando empiezo a escribir me cuesta parar, siempre intento sacar más y más palabras sin llegar al final, pero, tal vez, deba de acabar ya. Mañana volveré y cuando digo mañana me refiero al próximo día que me pase por aquí. Espero que sea pronto. No sé quién soy, ni sé a dónde voy y no sé como he escrito todo esto, si ni siquiera sé como me considero. Todos los días pienso algo distinto sobre mí, todo depende del momento. Siempre varía mi manera de describirme y he llegado a la conclusión de que nunca sabré quién soy. Nadie me conoce. Porque saber mi nombre no implica conocerme.

lunes, 23 de julio de 2012

Un buen momento para reír.

Un día llegué al mundo por primera vez. Todo era alucinante. Era un bebé al que le prestaban mucha atención, al que toda la familia adoraba. Era muy pequeña, pero llenaba una gran parte de la vida de mi familia. Si yo reía, todos sonreían pasmados mirando hacia mí. Adoraban mi forma de dormir y me cuidaban para despertarme con un abrazo. Todos sentían miedo a que me cayera y sintiera dolor. Siempre que lloraba venían corriendo hacia mí intentando hacerme reír, pero nadie se daba cuenta de que era un bebé y los bebés no tienen problemas, no necesitan a nadie que les haga reír. Yo lloraba porque tenía sueño, hambre, porque se me había caído la chupa al suelo y no alcanzaba a cogerla, o porque había hecho mis necesidades en el pañal que llevaba puesto y aún no me lo habían cambiado, pero nunca lloraba porque tenía un problema. Esas situaciones no eran un problema. Si ni siquiera conocía nada de la vida. Es imposible tener problemas desde tan pequeña.

Luego pasé de ser un bebé a ser una niña. Era muy risueña y de tanto que reía me mandaban a callar, incluso se enfadaban conmigo y me decían que era una pesada. Es increíble. Siendo un bebé les encantaba que yo me pasase el día riendo y no me quitaban la mirada de encima porque les encantaba mi sonrisa reflejada en mi cara. Ahora que había crecido no podía reír tanto. Mi risa caía pesada, entonces comprendí que siendo un bebé todo es distinto; siendo un bebé me consienten todo, pero el tiempo ya había pasado y había llegado la hora de comenzar a comprender las cosas, de aprender que no en todo momento se puede reír. Debía de saber diferenciar entre los momentos de risa y los momentos de seriedad. Todo se volvió muy difícil. Yo no encontraba la diferencia y no podía evitar que se me escaparan sonrisillas tontas en todo momento. No sé como lo hacía, pero siempre encontraba motivos para reír. Siendo una niña ya no me prestaban tanta atención. Mis heridas eran las que me hacía corriendo en el parque, pero eso tampoco implicaba un problema. Para mí en esta etapa, los problemas eran aquellos momentos en los que perdía o rompía un juguete. La palabra problemas significaba romper algún objeto de mis padres y no saber construir una buena explicación; significaba tener miedo de pedir un juguete nuevo, porque tenía el baúl lleno; significaba la falta de valor cuando no me podía dormir y no era capaz de despertar a mis padres para que me leyeran un cuento. Pero ahora que he crecido me he dado cuenta de que eso tampoco eran problemas.

Después llega la adolescencia. En esta etapa es en la que me encuentro y en ella también sigo riendo, pero mi sonrisa está algo cansada. Estoy hecha un lío. Siendo un bebé podía reír sin límites; siendo niña podía reír, pero eligiendo el momento adecuado. Y ahora, siendo adolescente, ¿Cuándo puedo reír, si cada día encuentro menos motivos para hacerlo? Me duele darme cuenta de las cosas. Ya no soy un bebé, ya no soy una niña. Ahora soy adolescente, ya he vivido demasiadas experiencias, tal vez más de las que debería de haber vivido con esta edad. Mis heridas ya no son causa de las caídas en las carreras que había ganado o perdido jugando con otras niñas, ahora son heridas de verdad, de las que duelen, aquellas que se producen dentro de mi ser y dejan cicatriz. Mi meta ya no está al otro lado del parque, ahora está mucho más lejos, tanto que ni siquiera alcanzo a verla. Dicen que esta es la etapa de la tontería, la etapa en la que me rebelo contra el mundo, en la que hago las cosas sin pensar, en la que me dejo llevar por lo peor pensando que es lo que más me conviene, pero yo no me encuentro así. Estoy segura de que tengo la cabeza asentada y eso nadie lo cambiará. Puede que haya cometido errores y me haya comportado como cualquier adolescente, pero sé que no soy como ellos. Yo no soporto tener amistades de mi edad, porque todas ellas parece que no tienen cerebro, que les faltan un par de neuronas (si es que tienen alguna). Con catorce años he tenido que sentirme como una mierda pisoteada encima de una asquerosa acera; he tenido que aprender a levantarme sola. La vida me ha demostrado que no le he importado a nadie durante mucho tiempo. Recuerdo el bebé que fui y rompo a llorar deseando poder volver al pasado y quedarme encerrada en él. No quiero crecer, ya que me he dado cuenta de que eso significa saber reflexionar, saber darme cuenta de las cosas, aprender a no molestar con mi risa y saber elegir el momento adecuado para reír. Siendo grande todo son problemas y me quedaría toda la tarde aquí, anotándolos uno por uno, pero no me apetece pensar en ello ahora. Esperaré todo lo que tenga que venir y me enfrentaré a todo lo que me impida seguir. Sé que ese será un buen momento para reír, porque ante todos los problemas hay que sonreír.

viernes, 20 de julio de 2012

Necesito ver tu sonrisa, tenerte cerca y poder reír a tu lado. No puedo vivir sin ti, vuelve aquí. Cuando me levanto y veo que no estás, el cielo se me cae encima; cuando salgo a la calle y no te veo, se me quitan las ganas de vivir; cuando pasan los días y no te tengo aquí, no puedo reír. Lo eres todo para mí, por eso es tan difícil vivir sin ti. Haría lo imposible para verte sonreír, para ver tu sonrisa. Nunca imaginé llegar a quererte tanto. No estoy loca, pero esto es una locura que me está volviendo loca. Me hiciste promesas que nunca cumpliste, me hiciste reír, llorar e incluso enfadar. Me hiciste sentir diferentes sensaciones a un mismo tiempo y eso es lo que hoy extraño.

Me hace falta tu sonrisa para poder sonreír; necesito tu mirada para verlo todo claro. ¿Acaso es posible  vivir sin ti? Vivo encerrada en recuerdos, no puedo sacarte de mi mente. Cuánto más trato de olvidarte, con más fuerza te recuerdo. Lo que más me duele es pensar en que, tal vez, tú ni siquiera me recuerdes.

Eres la persona más grande de mi vida, la más grande. Eres grande, muy grande. Llevo unos días empapados en lágrimas. Me haces falta y no estás. ¿Qué puedo hacer, si todo me recuerda a ti? ¡Vuelve aquí!

jueves, 12 de julio de 2012

Dame un grito al oído.




¿Para qué continuar viviendo deprisa, buscando la suerte en la mierda que pisas?

Y de nuevo me encuentro con la misma situación. Me vuelvo a levantar de la cama y vuelvo a sentir que soy poca cosa, que estoy sola entre tanta gente, que me pisotean y me doy cuenta demasiado tarde. Una vez más, regresa esa sensación de desesperación, confusión y soledad, demasiada soledad. Los pensamientos me invaden, los recuerdos hacen que rompa a llorar y ni siquiera la música me entiende. Yo tampoco me entiendo, no sé por qué me encuentro tan desanimada, no entiendo por qué me cuesta tanto sonreír. No puedo seguir así. El tiempo pasa y todo sigue igual. No quiero ver a nadie, pero no quiero estar sola. Salgo a dar un paseo y camino despacio, sin ganas de sonreír. Sólo quiero escuchar el sonido de la música, pero por mis oídos se cuela el sonido de unas fuertes carcajadas. Parece que todo el mundo está feliz, excepto yo; la rara, la que siempre ha estorbado, la que se preocupa por el mundo y el mundo la ignora, la que sonríe cuando por dentro el dolor le parte en dos, la que se encariña demasiado rápido con las personas y luego recibe puñales por la espalda, la que se arrepiente siempre de sus jodidos errores, la que llora sin tener un hombro en el que apoyarse, la que siempre molesta, la pesada que cada día desea lo mejor para todos, la que tiene el corazón roto y aún así, sigue amando a la vida con cada uno de los pedacitos. No entiendo por qué es tan difícil ser feliz. ¿Acaso no existe la felicidad?

Sé que prometí sonreír, pero de nada me vale una sonrisa por fuera, si por dentro me destroza el dolor. No puedo soportarlo más, estoy cansada de oír "¡Qué niña más buena!" y sólo lo digan para aprovecharse de mí, para utilizarme y tirarme de nuevo. ¿Ser buena significa dejar que se aprovechen de mí? Pues ser buena comienza a cansarme, pero no quiero cambiar, no tengo por qué hacerlo. De buena soy imbécil. Imbécil, esa es la palabra que me define.

Cada día me doy cuenta de que todo el mundo me ha utilizado. He pensado en desaparecer de este retorcido mundo, pero si me voy me echarán de menos. Es increíble, nadie está a mi lado, nadie me escucha cuando necesito hablar, nadie me ha sabido apoyar, nadie ha sabido prestarme un hombro para llorar, pero si me voy me van a extrañar.¿Qué cojones pasa aquí? Estoy muy confundida, porque no pueden estar conmigo, pero tampoco sin mí. No entiendo por qué existen personas capaces de decirme "te quiero" con la boca llena de mentiras, por qué me prometen un "para siempre, amiga" y luego desaparecen para siempre, por qué me dicen "estaré aquí para ayudarte" y nunca están.

El único motivo de las pocas sonrisas que hoy he sido capaz de formar en mi boca es que sé que vendrán tiempos mejores. Nunca dejaré de luchar. He caído en momentos más profundos que este y he sido capaz de salir sin la necesidad de tener a alguien a mi lado. ¿Por qué me tengo que quedar aquí, ahora? ¿Por qué voy a dejar que el mundo me pisotee, si soy yo la que tengo que pisar en él? ¿Por qué debo quedarme debajo del mundo, si soy yo la que debe de estar encima de él? No permitiré que nada de esto ocurra. Saldré de este agujero, pisaré el mundo, superaré a este y me pondré encima de él.

No sé lo que me ha traído a escribir todo esto. Me dejo llevar por mi mente, me sumerjo en mi interior y escribo todo lo que encuentro. Todo lo que escribo es lo que siento, no sé escribir historias que no he vivido y en cada una de ellas hay un pedazo de mi alma, de mi historia, de mi tormentoso pasado, de mi revuelto presente e incluso de mi esperado futuro. Hoy no sé quién soy, no tengo ganas de hacer nada, ni siquiera de vivir. Sólo necesito escribir, escribir hasta quedarme sin manos, hasta que mi mente explote, hasta perderme entre las palabras, hasta no encontrar letras. Me he dado cuenta de que la vida es un libro y cada persona escribe el suyo. Yo escribo el mío a medida que voy viviendo. No quiero enumerar las páginas, ya que no sé cuando se acabará mi historia. En todas las páginas dibujaré una cara empapada en lágrimas y con una sonrisa formada en la boca, porque es así como he vivido; sonriendo todos los días, incluso cuando por dentro me inundaban las lágrimas.

Hoy he viajado por lo más profundo de mi interior. Me ha parecido un viaje hacia la locura, dado que ahí todo está revuelto. Todo el pasado se pelea con el presente, mientras que el futuro lucha por entrar y poco a poco lo va a lograr. He encontrado muchas curiosidades en mi interior, una de ellas es una frase que ponía "los amigos de verdad se cuentan con los dedos de una sola mano" y ha sido ahí cuando me he dado cuenta de que esa frase tiene una gran razón. A mí, incluso, me sobran los dedos de una mano para contar a mis amigos de verdad. No existe la amistad y lo digo por experiencia. Pensaba que todas las personas de mi alrededor eran maravillosas, todas tenían defectos y virtudes, pero me hicieron creer que me querían, que para esas personas yo era muy importante; creí que podía confiar en ellas y ellas en  mí, pero un día todo cambió y fue ahí cuando me dí cuenta de las cosas, cuando supe que había sido una imbécil. Me encariño demasiado rápido con las personas, entonces, ¡zas!, llega el puñal, las lágrimas, el dolor y detrás, la culpa, porque, al parecer, yo siempre soy la mala, la que tiene la culpa de todo. ¿No os habéis dado cuenta de que ni siquiera me conocen? Saber mi nombre no implica conocerme. Llegué tarde, lo sé y suelo llegar tarde a todos lados, también a sus vidas. ¿Qué puedo hacer? ¿Tengo la culpa de que el destino me haya hecho construir un nuevo comienzo? Ojalá pudieran sentirse como me he sentido yo. Ojalá pudieran pararse a pensar en como se siente una persona al saber que tiene que dejar toda una vida atrás, comenzar una vez más y sola, muy sola. Esto es muy difícil y me duele, pero nada puedo hacer, solamente luchar y tirar para delante, aunque no tenga a nadie en quien apoyarme.

Tendré catorce años, aparentaré ser una niña, pero nadie sabe lo que llevo dentro. Nadie se ha dado cuenta por lo que he pasado. Desde muy pequeña, con siete años, tuve que dejar atrás lo que más quería y conocer una nueva vida. Ni siquiera sabía en qué vida me encontraba anteriormente. ¿Cómo demonios se conocía una nueva vida con siete años? Sí, eso mismo me preguntaba yo. Con esa edad ya sabía lo que era una herida y no me refiero a las heridas que me hacía corriendo en el parque, ya que esas heridas ya las había dejado atrás. Me refiero a las heridas profundas que se producen en lo más hondo de mi ser, aquellas que dejan cicatrices. Los juguetes se cambiaron por problemas, la felicidad se convirtió en tristeza, la infancia en dolor y los amigos en recuerdos ausentes. Todo se convirtió en un pasado, pero las agujas del reloj seguían andando, así que yo debía de seguir viviendo en el presente, sin olvidar el pasado y construyendo un nuevo futuro. Todo era muy difícil y mi única compañía era la soledad. Ese fue el momento en el que maduré, en el que mi mente cambió las fantasías por realidades. Ya no soñaba con ser una princesa, sino con la felicidad.

Ahora me levanto y me encuentro con la misma mierda. Rechazos, excusas para perderme de vista y puñales, más y más puñales. Y yo, como siempre, me callo y sonrío. ¿Acaso aparento ser de hierro? ¿Acaso una sonrisa en mi rostro significa que soy feliz? No soy de hierro, soy de cristal y me he roto muchas veces, pero nadie ha visto mis cristales.

Sigo luchando por alcanzar mi sueño, el sueño de sentir que la amistad existe. Quiero sentir que le importo a alguien, que existen los amigos de verdad. Sueño con tener amigos que me sepan aceptar a mí y a mi historia. El tiempo me ha hecho ser como soy. Soy adolescente, pero con la cabeza asentada. ¿Por qué tengo que tener la mente retorcida que tienen los adolescentes? Se ríen de mí porque soy diferente, yo me río de ellos porque son todos iguales. A veces, he llegado ha estar tan harta de todos ellos y de sus estúpidas críticas, que me he planteado cambiar mi forma de pensar, pero luego me he calmado y me he preguntado "¿Por qué debo de cambiar para que me sepan aceptar?" Y es que, si fuesen mis amigos de verdad, me sabrían aceptar como soy. Quién me quiere, me acepta.

Esta historia habla de varias cosas a la vez. Está un poco revuelta y no tiene casi orden, pero es así como está mi interior; muy desordenado. No me gusta el orden, nunca he entendido por qué el uno va antes que el dos, por qué el primer día de la semana es el lunes, luego le sigue el martes y después el miércoles, así hasta que llegue el domingo. Y de nuevo el lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo. Toda una vida igual, pendientes del reloj, de los días, del tiempo. Vivimos encerrados en el tiempo, siempre pendiente de él. Y yo siempre me pregunto "¿Para qué continuar viviendo deprisa, buscando la suerte en la mierda que pisas?".



lunes, 2 de julio de 2012

Puede ser que la respuesta sea no preguntarse por qué.

¿Por qué hemos dicho "no me rendiré", pero nos hemos rendido? ¿Por qué hemos dicho "lucharé" y a la mínima nos hemos dado por vencidos? ¿Por qué hemos prometido un "para siempre" a un amigo, pero en el momento menos esperado toda esa amistad que pensábamos que iba a ser infinita desaparece? ¿Por qué la gran mayoría de nuestros sueños se han esfumado por no haber luchado lo suficiente para alcanzarlos? ¿Por qué nos han roto el corazón tantas veces y, aún así, nos hemos vuelto a enamorar? ¿Por qué hemos dicho "me olvidaré de esa persona" y no la podemos sacar de nuestra mente, pero aparentamos haberla sacado de nuestra vida? ¿Por qué andamos buscando la perfección, si sabemos que no existe? ¿Por qué es tan fácil caerse, pero tan difícil levantarse? ¿Por qué decimos "voy a pasar página", si nos gusta la que estamos leyendo? ¿Por qué decimos "no me importa lo que piensen de mí" y siempre nos enfadamos por las malas críticas sobre nosotros? ¿Por qué lloramos, si no nos gusta hacerlo? ¿Por qué pensamos que el tiempo se va muy rápido y perdemos gran parte de él intentando detenerlo? ¿Por qué nos preocupamos por nuestra imagen, si lo que importa en una persona es su interior? ¿Por qué la vida nos regala felicidad y sufrimiento al mismo tiempo? ¿Por qué la mayoría de nosotros creemos en dioses, santos y vírgenes que ni siquiera hemos visto? ¿Por qué creemos que firmar unos papeles significa un amor eterno, si sabemos que nada es para siempre, ni siquiera el amor? ¿Por qué nos quedamos pasmados delante del televisor durante toda la tarde, dejando la vida pasar y quejándonos de que el tiempo se va demasiado rápido? ¿Por qué existen leyes y normas, si a todo el mundo le gusta la libertad? ¿Por qué hay que pagar para vivir, si sabemos que la vida es un regalo y los regalos son gratis? ¿Por qué existen las clases sociales, si todos somos iguales? ¿Por qué pensamos que nada es imposible, si sabemos que existen muchas cosas que sí lo son? ¿Por qué sonreímos por fuera cuando por dentro nos invade el dolor? ¿Por qué en algunos momentos necesitamos estar solos, si nunca nos ha gustado la soledad? ¿Por qué soñamos cuándo nos quedamos dormidos? ¿Por qué es tan fácil soñar y tan difícil hacer nuestros sueños realidad? ¿Por qué nuestra mente nos dice "no te enamores de esa persona", pero nuestro corazón se acaba enamorando de ella? ¿Por qué envejecemos, si nos gusta ser jóvenes? ¿Por qué le tememos a la muerte, si no sabemos nada de ella? ¿Por qué nos gusta la infancia, pero queremos salir de ella? ¿Por qué la adolescencia hace que lleguen pensamientos incoherentes a nuestro cerebro? ¿Por qué es tan complicado dibujar una estrella con las cinco puntas iguales? ¿Por qué hemos dicho "me siento en las nubes", si nunca hemos estado en ellas? ¿Por qué le tenemos miedo a la distancia, si sabemos que ella separa cuerpos, pero no corazones? ¿Por qué compramos relojes, si detestamos el tiempo? ¿Por qué decimos "mientras encuentre una posibilidad entre mil, lucharé" y no luchamos nunca, ni siquiera cuando tenemos todas las posibilidades para conseguirlo? ¿Por qué intentamos expresar con palabras lo que sentimos, si las palabras se las lleva el viento? ¿Por qué existen tantos días soleados y, de repente comienza a llover? ¿Por qué nos cuesta tanto expresar lo que sentimos? ¿Por qué tenemos que dormir de noche y despertar de día? ¿Por qué nos sentimos tan bien cuando nos abrazan? ¿Por qué tenemos que saludar con un "hola", si lo que de verdad deseamos es ir hasta esa persona, darle un abrazo y no soltarle nunca más? ¿Por qué a veces intentamos aparentar ser alguien que no somos? ¿Por qué nos cuesta tanto justificar una respuesta? ¿Por qué no podemos olvidar nuestro pasado? ¿Por qué todo se vuelve al revés en el momento menos esperado? ¿Por qué cuesta tanto ordenar, si desordenar es muy fácil? ¿Por qué sonreímos cuando no sabemos qué decir? ¿Por qué se nos acelera el corazón cuando tenemos a esa persona especial cerca? ¿Por qué le buscamos respuesta a todas las preguntas, si sabemos que no todas la tienen?